La ley de Dependencia
Coincidiendo con fechas en las que se suelen hacer buenos propósitos de futuro, el gobierno actual, ha adelantado los términos de una ley que tiene como objetivo ayudar a las personas que tienen a su cuidado a los que no se pueden valer por si mismos. Como consecuencia del rol que tradicionalmente han venido desempeñando las mujeres españolas en la familia, ellas serán las más directamente beneficiadas por dicha ley, con lo que, paulatinamente, se irán completando los débitos pendientes a tantas prestaciones desarrolladas en los hogares por las mujeres.
La ley de dependencia, complementa en el apartado específico de ayudar a los que tienen a su cargo a las personas que no se pueden valer por ellas mismas, a los servicios prestados por el Estado de Bienestar que atienden: a la sanidad, la educación, las pensiones y el seguro de desempleo, para la totalidad de los miembros de las sociedades donde está vigente, si bien las continuas embestidas del neoliberalismo tratan de reducir sus efectos, mediante privatizaciones y bajadas de impuestos. A pesar de la defensa que dice hacer el PP de la caridad y moral cristianas, precisamente en navidad, se han permitido criticar la ley de dependencia por falta de financiación, al tiempo que las comunidades donde ellos gobiernan suprimen el impuesto de transmisiones que afectan especialmente a los ricos.
Las conquistas sociales proporcionadas por el Estado del Bienestar, en los países participantes de sus beneficios, no han sido debidamente ponderadas ni magnificados los efectos producidos en las clases más necesidades ubicadas en las sociedades opulentas. Los que hemos vivido de cerca la experiencia de ver morir a ancianos y enfermos por no poder comprar las medicinas que precisaban para seguir con vida, como ver malograr cantidad de alumnos brillantes, que tenía como único recurso, acudir al expediente de ingresar en los seminarios para poder estudiar, o ver como los ancianos, constituían una carga familiar cuando sus fuerzas no daban más de si, para prestar su ayuda para incrementar los parcos recursos de los hogares indigentes. Nos consta que hoy van a parecer tremendistas las anteriores figuras, que gracias a los logros de los que hoy somos beneficiarios, son anacrónicas, pero pocos se paran a pensar, que los grandes saltos históricos que tienen lugar en la vida de los pueblos y de sus moradores se deben al influjo de las revoluciones. El Estado de Bienestar se instituyó en Europa en los años veinte del siglo pasado, para contrarrestar las adhesiones que produjo la revolución soviética sobre los intelectuales de la época.
Las sociedades permanecen estáticas en tanto y cuanto no se producen grandes convulsiones en cualquiera de los aspectos sensibles que espolean las mentes de las personas. Los griegos dieron el nombre de catarsis a las transmutaciones, tanto personales como colectivas o sociales, que afectan a las costumbres de los pueblos. Para mi, el aspecto más reiterativo que acude a mi conciente y subconsciente, es la observación de lo que antes se llamaban milagros y lo que hoy constituyen los hallazgos de la ciencia, que nos asombran continuamente.
Desde los albores de la revolución tecnológica, los progresos de todo orden han tenido lo que los matemáticos llaman una progresión geométrica, desde los incrementos de las producciones de artículos, hasta los avances en salud, bienestar, educación y últimamente, esta ley sobre dependencia, importante para los beneficiados directos, (cuidadores y cuidados) sino también, para alumbrar nuevos yacimientos creadores de puestos de trabajo social, al que, en el futuro se prestará gran atención y dedicación, por destinarse a las personas como entes prioritarios.
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