27 enero 2006

Cataluña, con el Estatuto, se sitúa a la hora europea

El tiempo y el esfuerzo invertidos por los numerosos participantes en la elaboración del estatuto catalán, merecen cuanto menos la consideración de que le han sido dedicadas: horas de sueño, sinergias, esfuerzo intelectual para alumbrar ideas de consenso que casaran tantos intereses, puntos de vista, ideologías, tradiciones, lugares comunes, etc.., que lastraban las conciencias de nuestra ciudadanía desde tiempo inmemorial y que tantos dramas han acarreado a nuestro atormentado país a lo largo de la historia.
Queremos rendir tributo a la ecuanimidad y al triunfo del sentido común, demostrados por los distintos partidos políticos que configuran el arco de sensibilidades del pueblo catalán, que una vez más ha hecho gala de la virtud del seny que se le atribuye, al contribuir con el voto casi unánime del Parlament y por las encuestas, que de no haber sido por las irracionales consignas lanzadas por el PP desde conveniencias partidistas, contrarias al sentido común, habrían sido unánimes, puesto que Piqué, que intervino al inicio de las deliberaciones, fue la primera víctima de los aberrantes cálculos de su partido, que todo lo fiaron a la tradicional consigna del coco del separatismo catalán que aireó José Antonio, como uno de los leit motiv de la mayor tragedia nacional que ha vivido este país con la guerra civil, que aún hoy algunos tratan de exaltar.
La lección pedagógica que hoy le hemos oído pronunciar en la SER a Pérez Rubalcaba sobre las bondades que aportará el Estatuto Catalán al desarrollo de los de las restantes comunidades, para asegurar la cohesión nacional y la concreción de las respectivas atribuciones transferidas a cada una de las mismas, merecería figurar en el frontispicio de declaraciones solemnes, por su contenido, a la vez que pragmático y positivo, que sintoniza con las actuales corrientes que se atisban en los principales países de la UE.
En efecto, la lección aportada por los últimos acontecimientos políticos que han tenido lugar en Alemania, con un gobierno formado por los dos grandes partidos de dicho país, en el que los socialistas del anterior gobierno habían introducido medidas restrictivas al Estado del Bienestar contrarias a su programa, al tiempo que el partido conservador, se estrena aumentando los impuestos de forma progresiva para las grandes fortunas, que tampoco se corresponde con los programas de la derecha, lo cual, acerca las posiciones políticas hacia el centro del espectro.
Francia, el Reino Unido, Italia, etc, emiten señales de que a futuro la polarización mostrada por el PP en España, no se acomoda a las modas que rigen en los demás países de nuestro entorno europeo, consecuentemente, si el principal partido de la oposición española se opone a hechos de consecuencias pragmáticas positivas como el Estatuto Catalán y a finiquitar por medios asumibles el terrorismo vasco, así como a cualquier iniciativa gubernamental, tales métodos, descartarían toda virtualidad al sistema democrático moderno, que requiere de sinergias, dinamismo y operabilidad, como exigen los cánones económicos para cuales quiera actividades. ¿Acaso puede tener operatividad, un sistema para regir los destinos de un país, que se permita perder cuatro años de legislatura, para reiniciar planteamientos de nuevos programas en el supuesto de que los electores cambien de mayorías y consecuentemente de leyes elaboradas por los sucesivos órganos legislativos.?
El sentido común que orienta la racionalidad, nos apercibe de que en un mundo competitivo como el actual, en el que se dan crecimientos económicos de dos dígitos anuales del PIB, ningún país se puede permitir estar regido por formas de gobierno autistas, que hagan oídos sordos a las corrientes que rigen en un mundo intercomunicado y cosmopolizado por los medios tecnológicos al alcance de cualquiera. Conceptos abstractos a los que se sigue dando entidad determinante, son reliquias carentes de toda operatividad en nuestros días, cuyo único norte debe ser el pragmatismo que permita alcanzar las mayores cotas de felicidad objetiva: bienestar físico y mental en una larga vida sin enfermedades ni traumas psicológicos.
La democracia concebida y ejercitada sobre parámetros integristas y polarizados en posturas inaccesibles a los razonamientos del otro, no se corresponden con los tiempos en que vivimos, en los que, hecho acopio de las aportaciones de cuantos nos precedieron, contrastadas las experiencias exitosas a la vista de los resultados debidamente computados por la máquina, se podrán orillar gran cantidad de piedras con las que los humanos tropezamos con reincidencia, evitando con ello problemas y traumas que nos abruman y que no tienen razón de ser.