08 junio 2010

Israel, un abceso planetario

Transcurridos más de 60 años, desde que le fue otorgado el estatus de Estado a Israel, por un escaso margen de votos en la ONU, añadido al conglomerado de naciones que integraban el mundo, por el mérito de auto-atribuirse haber sido las únicas víctimas del Holocausto, con sus seis millones de muertos, el 10 %, de los sesenta millones de seres humanos sacrificados por el horror que supuso para la humanidad la Segunda Guerra Mundial, en la que los judíos tuvieron la habilidad, con ayuda de la publicidad movida con ingentes recursos económicos, de decantar a su favor la opinión mundial en la elección que tuvo lugar en las Naciones Unidas en 1948.

Recurriendo a la metáfora orgánica; cuando en el cuerpo humano aparece un absceso purulento que produce fiebre, síntoma de riesgos fisiológicos, procede extirpar el foco de infección, para salvar el organismo. Trasladando dicha metáfora, a la implicación que tiene el haber situado el Estado de Israel en su actual ubicación, representa el mayor foco de desestabilización existente en el planeta, al haber incrustado sus exiguos seis millones de judíos, rodeados del océano de países islamistas compuestos por más de cuatrocientos millones de habitantes, que tras las humillaciones a que les sometieron los judíos, mediante las guerras en las que derrotaron a todos sus vecinos, y el éxodo a que sometieron a sus hermanos palestinos pobladores originales del territorio que fue asignado a los judíos y las continuas ampliaciones que se anexionando del territorio palestino para el asentamiento de nuevos colonos, han sido motivo del odio feroz que se profesan entre sí, las comunidades vecinas: judías e islamistas.

Reiteradamente, surgen focos de tensión por múltiples motivos en los que se ven implicados otros colectivos que forman parte de la comunidad internacional, despertando sentimientos, que mayoritariamente, se muestran compasivos con los palestinos que son los débiles y sufren en propia carne los embates de los poderosos que, lógicamente son los judíos amparados por sus lobbys económicos radicados en EE.UU. que les aseguran su protección.

Además de los poderosos apoyos con los que cuentan los judíos, añadidos a la laboriosidad y eficiencia desarrollados en centros de investigación de altas instancias del conocimiento, y una organización administrativa formada por partidos políticos de variadas tendencias, entre los que se dirimen diferencias en ocasiones abismales sin que ello suponga merma para que tengan lugar discusiones acaloradass en su parlamento, próximos a lo que podría ser la democracia directa, más efectiva que la delegada. No obstante en Israel, el poder real lo ostentan las fuerzas armadas, consecuencia de su particular situación geográfica.

La lógica histórica, consecuente con una decisión trascendental, como la creación de un nuevo Estado, hubiera requerido en su momento, una meditación profunda de las consecuencias a que pudiera dar lugar y vistos los hechos, que han ocupado, y previsiblemente seguirán ocupando el foco de conflictividad más acusado de cuantos tienen lugar en el mundo, hubiera parecido más lógica la elección de Namibia, que era la única colonia que tenía Alemania con la llegada de la descolonización, en compensación por haber sido el verdugo del pueblo judío con el Holocausto se podía haber concedido parte del territorio de Namibia, donde para asentar el pueblo judio.

Siendo África el continente más abandonado del globo terráqueo, con las deficiencias de todo tipo de las que adolece, la implantación del pueblo judío que ha dado sobradas muestras de contar con los mejores recursos para promover progreso inicialmente material, irradiándolo al entorno tan necesitado de aliento civilizador. Constados los avances alcanzados por los judíos en el exiguo territorio que ahora ocupan, por motivos pretendidamente históricos, que para los emigrantes europeos, entre los que hay influyentes judíos, nunca supuso un hándicap para que los EE. UU. alcanzaran el estatus de primera potencia mundial sin que tuviera cabida en su desarrollo, ningún sentimiento histórico preconcebido.

La modernidad prescinde de condicionamientos sentimentales que puedan abrigar rivalidades ancestrales que fueron motivo de conflictos armados cuando todo se dirimía mediante el recurso a la guerra. La actualidad aspira a sacar partido mutualmente beneficioso, para las partes implicadas en los avances que proporciona el progreso mediante la colaboración, fines perseguidos por la Unión Europea, en proceso inconcluso de integración, por inconvenientes en gran parte motivados por identidades heredades, como son las religiones que mantienen en jaque a las tres monoteístas, con raíces asentadas en el mítico Jerusalén. África, como el continente más necesitado del aporte de la modernidad a través de la tecno-ciencia, habría sido beneficiaria de la incorporación del pueblo judío en su suelo, a la vista de los avances que han aportado a la agricultura, a investigaciones de alta tecnología, a la conformación de un país de nueva planta situado en un entorno hostil, libremente elegido por sus primeros fundadores.

Lo que podría haber supuesto para África el mayor foco de modernidad, con la incorporación de los pioneros de los kibutz, que transformaron desiertos en vergeles, potabilizando el agua del mar para regadíos, alcanzando rendimientos agrícolas de los que tan necesitados están los hambrientos africanos, que por la falta de la educación que caracteriza a los pueblos avanzados, siguen con sus métodos ancestrales de supervivencia, que conduce a sobrevivir pocos años y en condiciones infrahumanas en lucha diaria contra los elementos, sin las protecciones aseguradas por el progreso para los asistidos por la racionalidad alcanzada por el pensamiento ilustrado que aún no tiene asiento para los pueblos abandonados a su suerte, cuando el conocimiento en la actualidad es susceptible de ser transmitido a velocidad supersónica y los medios disponibles para procurar una vida digna al número de habitantes que racionalmente puede soportar el solar que nos sustenta.

La crisis actual que sufren los países occidentales, puede ser atribuida a excesos cometidos por irresponsabilidad de superar límites de moralidad física, como son : la bulimia , el sobrepeso, la obesidad, endemias generalizadas en sociedades ricas desbordantes de provisiones al alcance de mayorías incitadas al consumo, mediante publicidad machacona que lo inunda todo de visiones y sonidos que proporcionan sensaciones placenteras, y el discurso político que la prosperidad es subsidiaria del consumo sin lo cual se pararía la rueda del progreso que conduce al despilfarro. Se recuerda como metáfora, el mito de Sodoma y Gomorra que atribuían a los desmanes sexuales, el castigo divino al que fueron sometidos, a pesar, que aquel pecado era menos pesado de acarrear por corazones sometidos al exceso de carga a que les someten cuerpos exuberantes.