05 octubre 2012

Renta básica

Este concepto, que se ha suscitado recientemente en algunos entornos con ocasión de la crisis económica, creemos que se acomoda a la situación de recesión en que se encuentra el mundo occidental, en la que cada vez son más frecuentes las voces autorizadas que proclaman que las diferencias entre los agentes sociales que se advierten en los países más evolucionados, nos remiten a situaciones de privilegio de los poderosos, propias de siglos pasados, en las que unos pocos decidían los destinos de las mayorías a su albedrío, sin que el resto de los ofuscados por la ignorancia y la miseria a la que estaban sometidos por las creencias, pudieran ejercitar el derecho de ser personas equiparables a las demás personas.

Los tiempos recientes, portadores de nuevas nociones que determinaron que las personas como entes racionales, pudieron aspirar a modelar sus destinos en función de sus aspiraciones y méritos aportados para contribuir a su propia realización, nos encontramos ahora, con un retroceso de decenios, al vernos: dominados, gobernados, sometidos,.. por un ominoso 1% de la población mundial más rica, que marcada por las abismales diferencias asignadas al dios dinero, que nos tienen abocados a un callejón sin salida, supuesto que la masa de descontentos con la situación en la que nos encontramos, no tuvieran la formación con la han sido dotados y los instrumentos de comunicación que les dan la fuerza de la razón compartida por mayorías que no podrán ser manipuladas ni sometidas, como lo fueron sus ancestros.

Países más jóvenes, que no están hipotecados por antecedentes condicionantes como lo es la rémora que entraña la propiedad heredada, podrán alumbrar nuevas sendas de racionalidad para un devenir futuro, más acorde con los valores del espíritu que con apetencias materiales, que hasta aquí, han venido rigiendo los comportamientos humanos, cuando dicha condición humana, prioriza los sentimientos sobre los placeres sensuales, que son los propios de los irracionales, si bien hay otros factores que actúan de forma crucial en los comportamientos humanos, como son: el lucro personal, la codicia, la envidia,. con el entorno y la fascinación que produce el mando sobre los demás.

La prosperidad alcanzada en el transcurso de los dos últimos siglos, se debe al influjo del conocimiento que fue el catalizador de la investigación científica, con su paso a la aplicación práctica de los procesos industriales aplicados a las mejoras de todas las actividades que se experimentaron en todos los campos de la producción, que en muchos apartados reportaron aumentos del mil por ciento, con respecto de los anteriores procesos productivos.

Actualmente los mayores aumentos de la riqueza mundial, representada por el porcentaje de crecimiento del PIB tienen lugar en países emergentes, que compensan las pérdidas recesivas de los países técnicamente más avanzados. Ello se atribuye a que la austeridad asumida por los habitantes de los países que proceden de la pobreza, les permite ser más competitivos que en un mundo, en proceso acelerado de globalización, en el que, la asimilación de tecnologías está a la orden del día, mediante los intercambios del conocimiento que facilita Internet.

Creemos que países con mentalidad más joven que no están sujetos a las abismales diferencias económicas y sociales que lastran de forma crucial la introducción de cambios estructurales demandados por la racionalidad, cuales son por ejemplo, la introducción de la renta básica asignada a todos los habitantes de un país, modalidad que constituiría un punto de partida para la igualdad de sus ciudadanos, como punto de partida, que les asegure su supervivencia. Dicha asignación, que no supone una merma sustancial en la economía de países que han experimentado crecimientos del mil por ciento en relativamente pocos años, se considera que en épocas de tamaña prosperidad constituye una obligación moral, si las cuentas cuadran para redistribuir en lugar de acumular en pocas manos que atesoran cifras escalofriantes de decenas de miles de millones de dólares que en este momento atestan las arcas del 1% de los más ricos, que redistribuidas en cantidades como las que comporta la renta básica, alcanzarían a socorrer a miles de millones de beneficiarios.

Es fácil comprender la ingente transformación que supondría para países que proclaman que tras dos siglos largos de práctica democrática, accedan a introducir cambios tan cruciales como los que requieren, haber llegado a la conclusión de muchos entendidos en la llamada ciencia económica, que la transformación empíricamente demostrada, que lo que hoy determina el comportamiento de los países occidentales, más que el mito “de una persona un voto”, lo que realmente tiene hoy una vigencia incontestable, es que la gobernación de dichos países es ejercida mediante “un dólar, o un euro un voto”.

Consecuentemente, solo se puede esperar que la racionalidad que demanda aplicar medidas estructurales de tal calado como es la subrogación de la propiedad heredada, para ser sustituida por los méritos logrados por cada uno por los servicios prestados , supondría una revolución de costumbres parecida a la que supuso el tránsito de la edad media a la Ilustración, con la puesta en práctica de la idea de un genio como John Locke, autor del “tratado sobre el entendimiento humano” afirmaba por primera vez: que “hay que dar a Dios, lo que es de Dios, y al hombre lo que es del hombre”, del que se han cumplido tres siglos. Aquel hecho representó el tránsito del oscurantismo a la aparición del faro iluminador de la humanidad, como fue la Ilustración que trajo la modernidad, hoy lastrada por el influjo del dinero portador de las abismales diferencias entre las personas que hacen exclamar al economista Joseph Stiglith, que las diferencias económicas son el factor por antonomasia que compromete el futuro de la humanidad. Si aquella transformación supuso el mayor viraje acaecido en la historia, hoy se presenta otra coyuntura estructural a resolver de la mayor importancia, que es transferir el poder omnímodo que se ha otorgado al dinero, a sus legítimos dueños que son las personas. Si las potencias occidentales están hipotecadas por su dependencia del dinero causante de las abismales diferencias entre humanos que provoca; la racionalidad de comportamientos tendrá que ser transferida a países que aún no tienen bien asentados su futuro legislativo, puesto que la modernidad es esencialmente cambiante , las bases ancladas en el pasado que hipotecan el futuro, imposibilitando subrogar la propiedad heredada, requisito necesario para asignar las recompensas a los que aportan beneficios reales a las comunidades humanas, parece un hecho digno de ser incorporado a los ordenamientos legales futuros, que a no dudarlo, aplicarán las reformas racionales que demandan: la justicia y la ecuanimidad requeridas. Aún siendo la renta básica, un imperativo de los tiempos en que la prosperidad general es notoria a pesar de las crisis cíclicas del capitalismo, provocadas por la codicia que permiten las leyes tolerantes con: la economía de casino, la especulación, el fraude y la amnistía fiscal, con los paraísos fiscales.

Semejantes manipulaciones contra-natura, deberán ser enmendadas por gobiernos que además de la renta básica provean a sus administrados de los múltiples medios que proporciona la modernidad, para permitir el desarrollo de las personas hasta límites que hoy parecen en nuestro contexto inalcanzables, fundamentalmente obstaculizados por el poder conferido al dinero que constituye el factor distorsionante por antonomasia, que lastras las múltiples oportunidades ofrecidas por la tecno-ciencia para conseguir las altas cotas de bienestar que tenemos asignadas.