La buena vida
Las costumbres y hábitos de comportamiento afianzados a lo largo de milenios de historia han dejado huella indeleble en los genes de las personas, como ha sido demostrado por investigaciones psicológico-sociales recientes, aparte que el sentido común, da testimonio de que los comportamientos rutinarios aplicados durante el discurrir de largos períodos de la vida de las personas se convierten en dogmáticos, dando por sentado que no existen otros enfoques o procedimientos de pensamiento y/o actuación, susceptibles de ser tomados en consideración por los sujetos activos.
Los períodos históricos que han precedido a la humanidad, han sido de oscurantismo generalizado, hasta la aparición de las luces del entendimiento que trajo la Ilustración y los siglos que le siguieron, metamorfosis operada en las mentes de los ilustrados que han sido tan revolucionarias, que han transformado hasta extremos irreconocibles los previos instintos mentales que dan continuidad a comportamientos elementales, más propios de irracionales, al poner en cuestión los precedentes, dando preferencia a la invención de nuevos instrumentos y su puesta al servicio de las personas por la tecno-ciencia, hasta extremos que hacen irreconocible la transición, entre el antes y el después de la irrupción de las técnicas modernas en tan corto espacio de tiempo.
El cambio copernicano operado en el mundo, ha transformado y/o está en vías de transformar: hábitos y costumbres heredados del pasado en los países punteros, que tiene su rápida difusión y adopción en las restantes áreas poblacionales del planeta al participar de la eclosión desbordada de artículos y servicios para uso de las personas que han permitido a mayorías de beneficiados definidos como clases medias, disfrutar e incluso dilapidar bienes materiales que ponen en riesgo los recursos del planeta, para satisfacer el usar y tirar, practicado por gran número de personas que hoy forman la población del planeta, comportamientos que pueden llegar a tener crucial incidencia en la conservación de las constantes ecológicas del planeta, que es preciso mantener.
De los tiempos pretéritos en que muy pocos podían disfrutar de lo que se llama una Buena Vida, consistente en consumir lo que les venía en gana en los límites de lo poco que había, hoy se ha pasado a que lleguen a ser mayorías las clases medias que tengan tales privilegios, poniendo en riesgo los recursos existentes en el planeta, por los excesos a que llevan el despilfarro y la ostentación, genéticamente heredados de los privilegios de los que disponían los poderosos de antaño.
Convendrá que la inteligencia que alienta los comportamientos de nuestro tiempo, asuma la adopción de nuevos paradigmas, una vez satisfechas las necesidades fisiológico-sociales perseguidas por cuantos nos han precedido, para acometer otras desideratas más acordes con las aspiraciones racionales del ser humano evolucionado. Si la tecno-ciencia ha sido capaz de proporcionar todo cuanto se cifra como aspiración fisiológica, es decir de cuanto demandan las personas para satisfacción de sus necesidades pimarias, habrá que tratar de resolver las necesidades psico-sociales inherentes a las instancias superiores de la persona humana.
La Buena Vida, puede tener tantas acepciones, como la percepción humana sea capaz de concebir en función de su sensibilidad orientada a preferencias y/o elecciones, por lo que será en el ejercicio de la libertad modulada por leyes editadas en todo el mundo que mediante los nuevos instrumentos informáticos, serán difundidas y adoptadas en función de su idoneidad en los distintos países. La globalización en la difusión de las ideas, mediante la informática será el instrumento idóneo de socialización de las comunidades humanas, que conduzca a la solidaridad en detrimento de la codicia, la acumulación de bienes accesorios, del prestigio heredado, en lugar del reconocimiento personal,…. En cuanto no sean otras limitaciones, que las legales asumidas y las ético-morales que se opongan al ejercicio de la libertad, otras, no serán óbice para que la Buen Vida en sentido estricto, no sea determinada por la apreciación personal de cada sujeto, en la complejísima asunción del término, que engloba la modernidad.
Pretender hacer una relación de las condiciones en que se podría cifrar el estado físico-anímico, de la Buena Vida constituye un ejercicio inalcanzable, puesto que se debe referir a la desiderata de cada persona, tomada desde las actuales circunstancias en que se aduce que prácticamente nadie se encuentra en estado de completa felicidad, a la vista de las complicaciones en que ha devenido la vida moderna, si bien se puede aducir, que nunca se había conseguido tan evidentes ventajas orgánicas para los cuerpos de las personas demostrados con aumento de la longevidad y la mitigación de sufrimientos físicos.
Siempre subsistirán metas superiores susceptibles de ser alcanzadas, sin cuyo estímulo las personas dejarían de esforzarse dando testimonio de su ilimitada capacidad de mejora con la emulación de los y las mejores seguirá, siendo la mayor y mejor forma en que se está manifestando el progreso actual, orientado en su mayor proporción a dar a las personas la Buena Vida, entendida como la mayor cota de felicidad susceptible de ser alcanzar por cada uno, en el calidoscopio inabarcable de opciones a las que se puede aspirar, que en el plano fisiológico, por la comodidad y el confort alcanzados con los avances han sido considerables, en el psico-social, quedan por desarrollar la infinidad de facetas que deben diferenciarnos de los irracionales, en orden a sacar el mejor partido de los aportes con los que nos dota el conocimiento, para desterrar de nuestras conciencias los obstáculos: más ficticios que reales que se interponen al goce de mayores cotas de felicidad, a las que tenemos acceso la mayoría de los humanos.
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