21 febrero 2014

Pauta para una nueva era

Vivimos los estertores de un sistema político cuestionado en las calles de medio mundo, mediante manifestaciones espontáneas en las que se impugnan mediante eslóganes verbales y pancartas, en los que se extractan pensamientos mayoritarios, racionalmente críticos a los comportamientos a que nos llevan leyes y protocolos de actuación, establecidos por los poderosos de toda la vida, opuestos al pensamiento que tienen actualmente, las nuevas generaciones.

El panorama que nos muestran continuamente los modernos medios de difusión, de cuanto acontece en cualquier lugar del mundo, proporciona información suficiente a los jóvenes formados en las técnicas discursivas y deductivas del pensamiento actual, a un grado de asimilación de los hechos difícilmente distorsionador de las realidades que acontecen, como lo había sido a lo largo de la historia con las coartadas de que se han valido los poderosos para gobernar a las masas ignorantes de antaño.

La democracia, basada sobre la facultad que tiene cada persona para elegir mediante su voto personal e intransferible a quienes facultan para que les gobiernen, ha devenido en un: escarnio, sarcasmo, mofa, afrenta,.. con la afirmación por parte de reputados especialistas en la cosa: pública, política, economía, administrativa,..que aseveran que solo el 1% de los mortales, son los que de facto nos gobiernan, y que mediante los fondos acumulados en los bancos, fondos que son administrados por unos pocos lobbys económico-financieros que reúnen el 70% de los bienes existentes en el planeta, en forma de papel moneda y otras credenciales especulativas.

Por elemental raciocinio, nadie podría asumir en su sano juicio, que haya llegado a ser el dinero, como concepto abstracto que fue en sus orígenes, un instrumento destinado a facilitar el intercambio de mercancías y servicios, se haya convertido en la deidad que se sitúa por encima de lo que representan todas las conquistas: científicas, físicas, intelectuales, artísticas,… conseguidas por la humanidad en el devenir de los siglos y de los recursos inconmensurables que la naturaleza ha puesto al servicio de los humanos para su uso y disfrute.

Es imperativo que los activos acumulados por la humanidad últimamente, cuando la ciencia y la tecnología, nos dan la medida de los alcances que pueden tener las mentes humanas, para proveerse de los medios para disfrutar de una vida digna a través de cauces de conducta humanizados. La experiencia vivida en el pasado siglo, con las aberraciones de las dos guerras mundiales, frente a los intentos que se están aplicando ahora para evitar nuevas conflagraciones bélicas mediante intercambios entre rivales, son un síntoma de racionalidad humana, frente a la ley de la selva que se reproduce con las guerras que han formado parte esencial de la historia de la humanidad.

Otra deficiencia estructural que tendrá que resolver la humanidad, son las diferencias abismales de percepción de los abundantes frutos aportados al acervo común por la inteligencia desarrollada por las comunidades humanas asistidas por la modernidad. Los últimos tiempos son testigos del desarrollo espectacular en producción de bienes y servicios demandados por las sociedades modernas, al extremo que la oferta supera la demanda de la mayoría de ellos, circunstancia por la cual, el capitalismo recurre a prácticas aberrantes para que sus favorecidos puedan ejercitar el despilfarro soez para escarnio de indigentes que carecen de lo indispensable. Este extremo deshumanizado, solo puede existir en mentes imbuidas de las carencias de tiempos pasados en los que, lo poco que había, era acaparado por los poderosos. Con la abundancia perderá todo atractivo el espectáculo del despilfarro, para diferenciarse de los demás, en que lo más valorado serán los méritos personales en granjearse la estimación de sus semejantes.

El tránsito a las nuevas pautas de conducta civilizatoria, tendrán que partir de nuevas percepciones que emanen de la abundancia de medios proporcionados por la tecno- ciencia, que inciten a los humanos a elegir actividades que prioricen a la inteligencia en lugar de las cosas, que perderán su atractivo al estar al alcance de cualquiera. La infinidad de ocupaciones que se brindarán a futuro a las nuevas generaciones, irán orientadas por las preferencias marcadas por las aptitudes y las vocaciones de cada uno para competir por las vías de la dignidad personal desarrollando funciones en bien de la colectividad humana a la que se pertenezca cada vez más globalizada.

La propiedad común será la tendencia que mejor se desarrolle entre las futuras generaciones humanas, imbuidas del espíritu cada vez más solidario con el entorno del que se forma parte, puesto que la rémora heredada del pasado, plagada de: litigios, codicia, rivalidades, guerras, maldad, fruto de egoísmos personales y de clase, ha llevado a la infelicidad humana, a la pérdida de los activos más preciados de la persona moderna que se diferencia de la vida espontánea existente sobre el planeta Tierra, que por supervivencia espontánea se ven obligados a subsistir a expensas de otros seres por imperativo de la ley de la selva. La persona humana provista de recursos sobrenaturales como son las neuronas, ha conseguido en tiempos recientes aumentar exponencialmente los recursos para satisfacer las necesidades humanas demandadas para asegurar una vida digna, exenta del exhibicionismo despilfarrador de unos pocos y de las carencias para la supervivencia física, que están obligados a vivir mayorías de pobres sometidos a la indigencia, en medio de la sobreabundancia de alimentos y artículos que se destruyen para evitar pérdidas en los negocios.

Trataremos de esbozar en futuros capítulos nuevas pautas de comportamiento afines con las aspiraciones de personas formadas en conceptos de modernidad a través del conocimiento enciclopédico de cuanto sucede alrededor del mundo donde miríadas de neuronas humanas, pugnan por descubrir cauces de racionalidad que permitan el disfrute desinhibido de los recursos últimamente alumbrados para alcanzar mayores cotas de felicidad para las generaciones futuras, puesto que las actuales aún cuentan con demasiados prejuicios adquiridos por herencias, costumbres, hábitos,.. que deja la tradición, que como la herrumbre que desintegra los metales, para las mentes humanas constituye una rémora de la que es difícil zafarse.