Política económica de la felicidad
Por fin aparece un profesor de ciencias políticas de la universidad de Notre Dame de EE.UU. (Benjamin Radcliff) que ha escrito un libro titulado: The Political Economy of Human Happiness, que no he podido leer antes que sea traducido y editado en español, que trata del sentimiento: felicidad, estado de ánimo, actitud etérea que pocos se atreven a clasificar, por tratarse de una sensación íntima personal e intransferible, distinta en cada afectado, por ser parte crucial de la personalidad.
Contando con los imponderables que dificultan la definición del concepto felicidad, esta denominación tendrá que ser: analizada, investigada, estudiada a fondo en sus infinitas manifestaciones, que tan directamente afectan a la vida de las personas. La incidencia del progreso en los últimos tiempos que busca en la felicidad el leitmotiv fundamental que permita pasar del homo estaticus, al homo sapiens moderno, como verdadero espécimen diferenciado de los demás seres vivos existentes en el mundo. Diferencia puesta de manifiesto en la opinión emitida por los habitantes de los pueblos que han sido consultados, que dicen experimentar mayor grado de felicidad, cuando cuentan con un Estado elegido por todos, que les garantiza mayor grado de igualdad y seguridades de subsistencia futura, sin descender a la humillación de la caridad clásica que despojaba a la persona de la dignidad, atributo estructural de la misma.
o se perciben antecedentes históricos que hagan mención al concepto 'felicidad' en el devenir de los comportamientos humanos que nos han precedido; quizás se podía aplicar a minorías exiguas que acaparaban todo lo existente, como antítesis de los resultados de los estudios del profesor Radcliff, que lo asigna a mayorías cuantificadas.
Si como declaran los psicólogos, el estado anímico por excelencia de las personas es la felicidad que hasta tiempos recientes no haya sido magnificado en sus justos términos, denota que las estrategias de futuro iban orientadas en la consecución de otros fines, como pudieran ser: asegurar la suficiencia alimentaria amenazados por las sequías. La modernidad ha resuelto tecnológicamente el citado riesgo entre otros, es por lo que están emergiendo nuevos paradigmas tal como el apuntado de la felicidad humana que, resueltos todos los restantes, podría alcanzar la jerarquía de ser la meta por antonomasia a la que aspira la humanidad.
Resulta difícil de asimilar que la felicidad, concepto indefinible por formar parte esencial de las ansias de las personas, no haya sido intensamente investigado a lo largo de la historia, en que se eligieron un ramillete de alicientes orientados al placer físico y/o sensual y preferentemente de acaparamiento de bienes y de poder de mando instrumentalizado en las guerras, no extensibles a las mayorías consideradas de inferior estatus, espojadas de los atributos monopolizados por los poderosos, que nunca cedieron de sus derechos, de no ser por la fuerza de armas superiores, o por la ruina económica.
Cambios estructurales como el que nos ocupa, suelen irrumpir en las sociedades por efecto del conocimiento que produce disrupciones que alteran sustancialmente los paradigmas vigentes. La felicidad nunca hasta aquí, había sido un argumento de peso esgrimido por los políticos. Habría sido calificado de pueril, en medio de las contiendas bélicas, de poco estimulante para salir de las crisis económicas, y de poca musculatura para pedir reivindicaciones sociales, mientras que hoy, los países que hacen gala de haber llegado al citado estado de gracia laica, pueden presumir de haber alcanzado una meta meritoria, reconocida por las más altas instancias del pensamiento moderno: el estado de ánimo alcanzado, cuando se tienen resueltos los problemas de insuficiencia física, cuando existe conformidad con lo se dispone y garantías de la superioridad que nos acoge, como son gobiernos responsables con largos años de estabilidad. Manifestaciones de felicidad mayoritarias, expresadas a través de encuestas bien contrastadas hechas en países de reconocida solvencia, son la mejor tarjeta de presentación para sus naturales que expresan, haber alcanzado cotas de excelencia social en la asignatura más difícil que da muestra del buen entendimiento entre los integrantes de dichas comunidades. Lo que habitualmente sucede en las llamadas democracias actuales, con la existencia de dos partidos polarizados, que la obsesión por el mando descarta las demás consideraciones que pudieran beneficiar a sus administrados, mientras que con el buen entendimiento entre ellos, podrá conseguir un plus de racionalidad que lleva a los países que lo consiguen alcanzar rankins de publicidad de sus métodos de gobierno, que los prestigian mejor que por otros medios de darse a conocer. La fama que da la propaganda en estos tiempos, es superior a cualquier otro medio para darse a conocer, prestigiando a los que más y mejor se publicitan para promover el turismo y las relaciones internacionales.
En un libro reciente, un británico nacido en Singapur, comparaba los pros y los contras de los principales países, que hoy más se publicitan en el mundo, las potencias que más se destacan por su incidencia sobre en el resto de la humanidad, empezando por el país del que el autor del libro es oriundo, describiendo peculiaridades del mismo, que a pesar de su insignificancia territorial se habla a veces elogiosamente del mismo.
No creemos que el profesor Radcliff tomara a Singapur como modelo para su libro, más bien creemos que serían los países escandinavos, los más próximos a alcanzar tan loables méritos, por haber sido los pioneros en implantar el Estado de Bienestar en sus respectivos países en los años veinte del siglo pasado, cuando se apercibieron que la URSS, podía ser un competidor, decidiendo subvencionar los gastos de la protección social ocasionados por su nuevo invento: el Estado del Bienestar, cuyos fondos serían aportados con impuestos aplicados a los más ricos. Lo que les ha dado un excelente resultado hasta nuestros días, situando a dichos países en el top de la seguridad, el prestigio social y la estabilidad de dichos países en el mundo siendo imitados por otros.
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