26 julio 2014

Diferencias entre Marx y Keynes

Una vez más, a partir de una crónica de Vicenç Navarro trato de hilvanar la mía, en el tema de mayor actualidad, suscitado por el ya famoso libro de Piketty. En efecto, tanto Marx como Keynes, pronosticaron que el exceso de producción de artículos y el escaso consumo de los mismos, debido al bajo poder adquisitivo de los trabajadores, sería la consecuencia de la crisis económica del capitalismo, que según Piketty, es atribuible al enorme diferencial de rentas entre: (Capital y Trabajo,) los dos factores cruciales que condicionan la economía.

Marx dejó constancia del diferencial entre rentas del capital y el trabajo, que debería confluir en ser todas del trabajo, sin decir cuales podrían ser las vías para llegar a ello. Por el contrario Keynes nunca pensó en prescindir del capital. Un economista polaco de nombre Kalecki, que mereció el premio Nobel, pero que no se lo dieron por ser “rojo,” que en opinión de Krugman, expuso la fórmula para que tanto para la producción como para el consumo de toda clase de ítems, confluyeran bajo la jurisdicción de los trabajadores, que son en última instancia, los que inciden directamente con su esfuerzo e inteligencia, en la producción de bienes y servicios, mientras que el capital como factor abstracto, solo requiere ser bien administrado por los encargados de tal cometido, que podrían ser los mismos trabajadores, surtidos de los instrumentos idóneos para su desempeño.

Últimamente, se conocen ejemplos de países que han transferido a sus gobiernos la administración de las finanzas estructurales que están al servicio de los ciudadanos imposibles de enumerar, puesto que la modernidad dedica tal cúmulo de servicios que afectan directamente a las personas que la relación sería inacabable, máxime en países tercermundistas en los que no existía la propiedad privada, por haber salido de guerras destructivas de bienes y personas que los dejaron extenuados, con la desaparición del principio de propiedad, sacando partido de la austeridad asumida, fabricaron artículos competitivos como consecuencia de los bajos sueldos de sus trabajadores.

Del libro de Piketty: (capital en el siglo XXI) se extraen novedosas conclusiones tales como, que el enorme diferencial entre las percepciones de los tenedores de capital y sus servidores directos, como son: intelectuales y publicitarios persuasivos adictos a los intereses del capital, que representan un 10% de las poblaciones occidentales de la Unión Europea y Norteamérica, representa una anomalía, que precisa una corrección, puesto que el capital heredado, cuenta con una superioridad abrumadora respecto de la meritocracia, que serviría para estimular el interés de las personas para mejorar su situación económica por medio del esfuerzo y la inteligencia como claves del progreso.

La lección empírica aportada durante las tres últimas décadas por países emergentes, que, partiendo de bajísimas cotas de riqueza, han conseguido índices de progreso traducidos en bienestar para sus ciudadanos, sin caer en las crisis cíclicas que experimenta el capitalismo instaurado en los países ricos, que tras ciclos de crecimiento devienen crisis económicas que se ceban con los trabajadores, mediante pérdidas de percepciones y sobre todo de derechos laborales, tal como lo acontecido en nuestro país, con la recesión de la última legislatura del gobierno del PP de mayoría absoluta, consecuencia de los dislates del PSOE en su defensa del neoliberalismo, para captar los votos de las clases medias que han seguido votando por el PP, causando la pérdida de identidad del PSOE, tenido por un partido de izquierdas, que ha vendido su alma al mejor postor, hecho denunciado por “Podemos” que ha obtenido más de un millón de votos en las últimas elecciones europeas, denunciando las tropelías puestas en práctica por el PP que concuerdan con el sentir mayoritario del pueblo, que lo viene expresando en las mayoritarias manifestaciones callejeras, como tsunami expresivo.

Tanto Marx como Keynes, se apercibieron que el talón de Aquiles del capital reside en su desmesurada codicia, consistente en que si expolian a los trabajadores hasta que no pueden consumir por falta de recursos, se paralizaría el progreso, lo que daría al traste con el sistema productivo. Hasta aquí no se había experimentado que los recursos que proporciona el progreso destinados al servicio de los ciudadanos como son: enseñanza, infraestructuras, viviendas, energía, materias primas, agua potable, alimentos , trabajo para todos, cuidado ecológico, constituyen, constituyen inversiones más rentables que seguir engrosando las arcas rebosantes de los codiciosos, que ya lo tienen casi todo. Keynes se apercibió, que si los trabajadores que son mayoría no consumen, la máquina productiva no puede funcionar, es por lo que superó la crisis de hace casi un siglo, con la subida de impuestos a los ricos, aumentando los salarios de los trabajadores, con lo que se salió de la gran depresión, mientras que Marx, junto con Engels publicaron el Manifiesto Comunista, el libro más vendido, en el que transferían a los trabajadores la administración del capital.

En la coyuntura actual, en que las nuevas generaciones tendrán acceso a la cultura, como principal fuerza generadora de progreso, facilitado por las TICs, que al paso que vamos, permitirán a las mentes inquietas, ambiciosas de conocimientos, en función de sus facultades y el esfuerzo que impriman a la consecución de las metas a que aspiran, podrán por sus propios medios acceder a las funciones que ahora desempeñan los herederos del caciquismo, que tanto arraigó en España y que aún subsiste por ejemplo en la casa de Alba, cuyos descendientes, después de 500 años, siguen disfrutando de las gabelas que proporciona un apellido. Cuanto mejor será que la racionalidad consiga transferir los beneficios a los que con trabajo, esfuerzo, inteligencia,... consigan con méritos propios ser investidos por sus propios colegas de cada actividad por elección democrática a las distintas funciones administrativas y ejecutivas armonizadas con su especialidad laboral, entendida como tal, los infinitos cometidos que demandan las sociedades modernas, una vez resueltas por la tecno-ciencia las funciones elementales destinadas a la subsistencia física. El futuro apunta a que la inteligencia dará pábulo a la existencia de otras prioridades acordes con la racionalidad de los comportamientos.