26 julio 2014

El neoliberalismo es contraproducente

La última reforma tributaria española, que solo beneficia a los más ricos, se nos quiere vender como si fuera beneficiosa para todos, existiendo sobradas evidencias empíricas que avalan lo contrario. Entre 1946 y 1980, las percepciones económicas entre el capital y el trabajo, con el keynesianismo estaban mucho más repartidas entre los dos parámetros económicos básicos, que han sido distorsionadas entre 1980 y 2012 con el neoliberalismo, que se ha demostrado nefasto para el crecimiento de EE.UU. y la U.E. perdiendo con ello la primacía de la eficiencia ostentada desde la revolución industrial hasta nuestros días, en que han emergido los países orientales, con políticas sociales más redistributivas, acordes con la percepción de las nuevas generaciones, a las que es difícil dar gato por liebre, que con la difusión del conocimiento proporcionado por las TICs alrededor del mundo, será imposible propalar las mentiras impunemente como ocurre actualmente en nuestro país, donde la justicia lo consiente.

Los hechos empíricos de los últimos decenios, además de las crisis cíclicas económicas, que han castigado de forma cruenta a las clases trabajadoras con el desempleo crónico y la disminución de las percepciones dinerarias. Las leyes van orientadas a beneficiar al gran capital, que siendo muy minoritario según apuntan las estadísticas, que oscila entre el 0,1 y el 1%, si bien alcanza hasta el 10% por los que se nutren directamente del “pesebre” que genera sustantivos beneficios a los codiciosos que se lucran junto a los ricos, cuestionando por su base el principio democrático de una persona un voto, mientras que gran parte del 90% restante, traicionando sus intereses por ignorancia, otorgando su voto a quienes les perjudican: (la mayoría absoluta del PP) en su última legislatura, que estamos padeciendo en España la mayoría de los ciudadanos.

La atribución que asigna al capitalismo la facultad de crear puestos de trabajo, no es la solución más acertada a futuro, donde la tecnología absorbe gran parte de los trabajos manuales antes asignadas a los trabajadores, mientras que los servicios sociales que aseguren a todas las personas, vivir bien, corre a cuenta de los gobiernos, que son los que tienen la facultad de acometer las estrategias y proyectos de futuro, que en un mundo globalizado como el que se está configurando, permitirá el intercambio de las capacidades y los medios de que disponen los países entre sí, para obtener beneficios recíprocos con la modalidad de win-win para la explotación de grandes yacimientos que aún permanecen vírgenes en países del tercer mundo, por carencia de medios.

Inmersos como están los países occidentales en la crisis estructural más severa desde la gran depresión de los años treinta del siglo pasado, países que han sido el faro del progreso mundial con la aparición de revolución industrial, en este momento se atisba un cambio copernicano de las modalidades gubernativas puestas en práctica en las últimas décadas, en las que los factores determinantes de los comportamientos socio- económico-políticos, siguen siendo los clásicos, cuando existe la evidencia empírica que los cambios estructurales de las nuevas tecnologías, condicionan de tal manera la vida de las personas, que en el mismo planeta donde vivimos todos, las diferencias de comportamientos entre unos y otros son abismales. Por ejemplo al ver a mujeres con un hijo en la espalda y una azada en las manos tratando de remover la tierra para el cultivo de las plantas, mientras que hoy un solo tractor permite hacer dicho trabajo en sustitución del sacrificio de un millón de mujeres; y que una bomba transportando el agua a distancia, evitaría a multitudes de mujeres, hacer kilómetros con el cántaro sobre su cabeza. Ejemplos tan viles como los expuestos, pueden dar idea de la forma en que inciden los medios en la vida de las personas, en un mundo en que los hechos acaecidos pueden ser difundidos a través del éter que puede llegar a todos, mientras que en otros tiempos, cuando el conocimiento de los hechos, era vedado a los pobres por medio de la ignorancia, de cuanto acontecía fuera del círculo pueblerino.

Los cambios de paradigma, aportados por la tecno-ciencia, nos hace racionalmente subsidiarios de los instrumentos y medios puestos a disposición de los humanos por la tecnología que atesora suficiente potencial para proporcionar a sus beneficiarios el privilegio del bien vivir, en sustitución de la codicia y las aberraciones que producen hechos como las guerras, que en la coyuntura actual, podría conducir al holocausto nuclear, o la acumulación de bienes excedentarios en pocas manos de propietarios que solo por instinto de avaricia, llevan a la polarización social por antonomasia, que son los intereses contrapuestos entre el capital y el trabajo, que últimamente han llegado a extremos tan exorbitantes que suscitan el clamor continuo de la calle en demanda que no les sigan expoliando a los trabajadores, que son los únicos creadores de la riqueza, entendiendo por tales, a todas las actuaciones positivas de las personas que aportan servicios a la humanidad, en detrimento de los aprovechados que se sirven del ahorro acopiado por sus antecesores o de las mañas usureras que les permite la especulación instaurada por astutos banqueros y leguleyos comprados por el brillo del vil metal.

La racionalidad de los comportamientos vendrá impuesta, por consignas inteligentes emanadas desde mentes honestas, que alcancen a poner en práctica procedimientos que eliminen de las sociedades, las polarizaciones derivadas de los enfrentamientos: de clases, de países, de ideologías inhumanas que engendran: guerras, sacrificios sin fin, cuando queda demostrado empíricamente que la colaboración entre las personas trajo el progreso, radicado en: universidades, institutos tecnológicos, laboratorios, empresas con vocación de mejorar los procesos industriales y la obtención de cuanto demandan las personas para su goce y bienestar, conseguido por la humanidad en los pocos siglos que median desde la revolución industrial, hasta nuestros días.

La esperanza, utópica según los catastrofistas, de conseguir metas de buen vivir, para inmensas mayorías humanas, dedicadas a sacar el mejor partido de los medios de que se dispone y el crecimiento exponencial que experimentan los parámetros positivos, en curso, no resulta arriesgado pronosticar que las futuras generaciones conseguirán revertir los paradigmas negativos instigados por los poderosos, en el eterno devenir de la historia de la humanidad, por medio de la sumisión impuesta con la ignorancia. La libertad nos hará libres aunque parezca redundante.