18 octubre 2014

Vías para alcanzar la democracia

Una vez más, recurrimos a las recomendaciones del profesor Navarro, tendentes a aplicar métodos de gobierno con los que salir del actual atolladero en el que numerosos comentaristas político-económicos dicen que está inmerso el mundo occidental, por aplicar procedimientos gubernativos para los pueblos modernos con fórmulas periclitadas, que no permiten dar satisfacción a mayorías cualificadas de los pueblos soberanos para ser gobernados de forma tal, que cumplan con el enunciado supremo de la democracia, consistente en una persona un voto, para elegir a sus gobernantes.

En lo que, el profesor Navarro no puede arriesgar su prestigio, es en denunciar un hecho de capital importancia como son los derechos de herencia, que en tiempos pasados, determinaban la razón de ser de los campesinos que eran mayoría, para los que la ocupación y puesta en explotación de terrenos comunales improductivos, constituían la mejor solución para asegurar el futuro de su descendencia. Parece problemático hacer tabla rasa del pasado, que determina de forma crucial la vida de las personas. Por ejemplo en el caso Pujol, en que puso disculpas de que no fue corrupto, porque coincidiendo con las fechas del otorgamiento de la herencia recibida de su padre coincidieron en el tiempo en que fue elegido para desarrollar tareas relevantes para su país, y el hecho de administrar dicha herencia podía quitarle tiempo de sus atenciones públicas de mayor entidad, lo que no fue asumido por los miembros de los partidos distintos al suyo en el parlamento catalán, lo que da idea de la importancia que se da al dinero por encima de otras consideraciones.

El socialismo, que movió algunas conciencias en Suecia y sobre todo en los EE.UU., al aplicar altas tasas fiscales a las mayores fortunas, como consecuencia de la consideración que algunos científicos atribuyeron a la URSS, algunos gobiernos tomaron decisiones keynesianas para contrarrestar la influencia que pudiera tener la influencia del país de los soviets sobre el capitalismo. Dicha estrategia, fue abandonada con la caída del muro de Berlín con el fracaso del experimento comunista, del que hoy se reivindican aspectos como que ciertas actuaciones gubernamentales que afectan directamente a la vida de las personas, deberían ser de la incumbencia de las supremas autoridades de los Estados de los países que han alcanzado un alto grado de modernidad, con el fin de garantizar a sus administrados los servicios que requiere la dignidad humana, como son: una renta básica, (que aún no es aceptada por el capitalismo), el derecho al trabajo, que solo podría ser admitido un paro residual, si existieran estrategias que alumbraran nuevos yacimientos de trabajo en los países del tercer mundo, necesitados del capital y medios científicos y pedagógicos para enseñar a sus naturales, a ingresar paulatinamente a mayores estándares de civilización. Atender a las necesidades primarias, es una prioridad alcanzable con una más equitativa distribución de la riqueza existente hoy en el mundo, puesto que los especialistas certifican que la producción actual de alimentos basta para alimentar a la actual población mundial y por lo que respecta a los restantes artículos de consumo, la industria y los servicios actuales se bastan para atender cualquier demanda que se haga de los mismos, por lo que no tendría razón de existir el paro laboral, problema social por antonomasia, que dependería de la organización del horario dedicado a tal función.

Solo delegando a gobiernos democráticamente constituidos en los que intervinieran, los mejor calificados profesionalmente, mediante elecciones directas de los componente de cada especialidad, para formar think tanks, asesores de los gobiernos elegidos entre los componentes de dichos think tanks, en sustitución de los políticos profesionales constituidos en castas dirigidas por poderes clásicos.

Los medios de cómputo aportados por la modernidad, no podrán permitir como sucede en la actualidad, los chanchullos con los que gobiernan los seudo-políticos de la corrupción generalizada, que hacen de las leyes, el antídoto de la legalidad del sentido común, con la complicidad de los legisladores y de quienes la aplican: los jueces, que con los antiguos legajos de papel, entre los que cuelan leyes con antigüedad de siglos, se permiten prescindir de los instrumentos informáticos que hoy constituyen el vademécum de la ciencia y la tecnología para sacar la máxima eficiencia y veracidad a los hechos que acontecen en la vida pública de las personas.