Utopías susceptibles de ser factibles
La actualidad, proporciona cotidianamente tal torbellino de noticias, que no deja el menor resquicio para la toma en consideración de otros proyectos aparcados en el almacén mental de convicciones profundas, que no encuentran la oportunidad de ser expuestas, debido al respeto que merecen los hipotéticos lectores para no incurrir en piedra de escándalo.
Aunque no tenga una relación directa con lo que trato de exponer, al escuchar esta mañana las líneas generales del anteproyecto fiscal que prepara el gobierno socialista, me apercibo de la distancia abismal que media entre mis percepciones y la de las políticas impositivas que se dispone a implantar, el gobierno mas cercano a mi ideología, las cuales reconozco que deben atenerse al imperativo de los tiempos, en lugar de elucubrar con Utopías.
Mi ideología se inspira en la modernidad que trae cambios drásticos en los comportamientos humanos, determinados por los continuos hallazgos que generan los centros de conocimiento e investigación en proceso de crecimiento exponencial, espacial y temporal, de la misma forma que crecen el censo de habitantes y la riqueza del conjunto de planeta. En correspondencia con lo apuntado, pienso que deberían traspasarse recursos desde los que más ganan hacia los que menos ganan, por vía de la imposición fiscal.
Los hechos anteriores apuntan tendencias que van en la misma línea que el reciente discurso de Bush sobre el estado de la nación, en el que anunciaba que el presupuesto de defensa de su país se incrementará el 7%, al tiempo que 141 capítulos del mismo, concernientes a servicios sociales sufrirán merma y ello acompañado de la obsesión de dicho gobernante en disminuir los impuestos a los más ricos. Este botón de muestra, de tan directa repercusión sobre la vida de las personas, como es la asignación de dinero, tiene lugar, tras el estrepitoso fracaso sufrido por la aventura bélica de la guerra de Irak, como consecuencia de la cual, la mayor potencia mundial, ha perdido gran parte del prestigio atesorado por los enormes aportes de dicho país al acerbo universal en todos los campos de la modernidad, a lo largo del pasado siglo.
Podría darse el caso, aunque parece que los economistas no lo contemplan, que algunos países asiáticos que han irrumpido con enorme ímpetu en los entresijos de la economía mundial por medio de precios muy competitivos, accesibles incluso para los más pobres: resultado de bajos sueldos, de factorías modernas dimensionadas para economía de escala, por la enorme amplitud de sus mercados domésticos, que no han requerido financiación por parte de los países donde han sido instaladas; que disponen de técnicos formados para los diversos cometidos, con una masa laboral disciplinada y concienciada para el desarrollo de su trabajo, infraestructuras para la exportación y una moneda infravalorada que puede correr el albur de que especuladores profesionales vean en ella expectativas de revalorización y traten de acapararla, con lo que los gobiernos de los países beneficiados por tales operaciones, contarían con financiación gratuita, para las infraestructuras físicas y de conocimiento (centros de investigación y reclutamiento de cerebros), a imitación de lo que hicieron los EE.UU. con los dineros aportados por los ahorradores pusilánimes, que tras la gran depresión de 1929, con la garantía del oro de Fort Knox y haber situado al dólar como la moneda reina para las transacciones a nivel mundial, les permitió financiar las infraestructuras básicas, físicas y humanas con las que realizar su espectacular expansión en el transcurso del siglo XX.
Cabría la posibilidad, de confirmarse que en dicha zona asiática, se dieran las condiciones antes apuntadas y dada la escala geográfica y demográfica que supone en ambos parámetros, (casi la mitad del planeta tierra), podría cambiar las pautas sacralizadas, establecidas por el liberalismo económico vigente.
Sería una ironía del destino, para los pontífices del libre mercado, que fuera un país comunista, como se denomina China y estados indios calificados de marxistoides, dieran la alternativa al liberalismo económico, al que se le dio el pomposo atributo de constituir el fin de la historia tras la caída del muro de Berlín. .
A la vista de la omnipresente mención en las etiquetas de cada vez más productos del MADE EN CHINA se puede pensar que están acaparando la mayor parte de la tarta productiva y comercial a nivel mundial, convirtiéndose en lo que algunos llaman, la fábrica del mundo, provocando con ello en el resto de los países industrializados, sometidos a los compromisos firmados con la O.M.C. a una fuerte caída del empleo de consecuencias imprevisibles.
La economía, se ha erigido en el factor dominante de los comportamientos de las mayorías, que van en pos del dinero, demiurgo que todo lo puede, hasta desembocar en el consumismo, mimético y compulsivo que termina en despilfarro. Para llegar a los anteriores estados de depravación, para ascender por los peldaños que llevan al prestigio social se requieren: altas remuneraciones, tener acceso a la especulación disponiendo de sumas considerables de dinero o recurriendo a la corrupción por medio de relaciones privilegiadas.
De cumplirse la hipótesis del punto anterior, que sociedades más cándidas o ingenuas, formadas en ambientes de acendrada moral, demuestran ser más eficientes, en la producción de bienes, se podría pensar que todo es mejorable, también los comportamientos humanos, siguiendo la estela de los hallazgos tecno-científicos que tanto han contribuido en mejoras cruciales para la humanidad.
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