10 junio 2006

Apoyos a un utópico

Mis convicciones más profundas, han sido informadas por principios inamovibles en mi larga vida, al punto de parecer obsesiones que no dicen mucho en favor de la sana mutabilidad de los pensamientos que necesitan adaptarse a las circunstancias cambiantes.
El exiguo auditorio que participa de mis convicciones, me echa en cara de que soy un disco rayado, que recurro de continuo a la utopía con planteamientos que no se corresponden con el desarrollo de los hechos. Mis enfoques reincidentes se orientan a los siguientes puntos:
1º) Que la guerra, que ha sido el azote de la humanidad en el transcurso de la historia, muestra síntomas de ser erradicada en este siglo.
2º) Que la educación generalizada, cuando alcance a todos los pueblos del orbe como lo ha hecho con los países desarrollados, resolverá el problema crucial que supone al demografía.
3º) Que la internacionalización a que nos llevan la proliferación de las comunicaciones por la vía de los avances tecnológicos: inalámbricos (satélites) y físicos (transportes) coadyuvarán al establecimiento del imperio de la: justicia, libertad, igualdad, solidaridad.
4º) Que la asociación de países, cuyo embrión es la Unión Europea, tendrá su continuidad en las
Naciones Unidas, para la definitiva aproximación de los países de todo el orbe, por imperativo de los intercambios que tienen lugar entre seres humanos y toda clase de mercancías.
Últimamente, me parece haber recibido un cierto respaldo a mis anteriores tesis a través de dos artículos aparecidos últimamente en el periódico " El País " cuyos autores: Tony Blair y Mayor Zaragoza, tienen la suficiente entidad. El primero pone su acento en la interdependencia a la que hoy están sometidos los países (incluso los más poderosos) al influjo de la opinión mundial, puesto de manifiesto con la guerra de Irak. Pone su énfasis en cuatro problemas cruciales del momento actual, como son : las migraciones, la energía, el medio ambiente y el terrorismo que solo pueden ser resueltos por consenso mundial, por conducto del reforzamiento de la O.N.U. y de las instituciones económicas mundiales. Su aportación más genuina del artículo la encuentro en su confesión de que en sus nueve años como primer ministro "no se ha vuelto más cínico respecto del idealismo" sic yo siempre pensé, que dicho señor había sido de los más cínicos respecto de los ideales que representaba, con su actitud respecto de las guerras de los Balcanes y de Irak.
Por lo que respecta al artículo de Mayor Zaragoza con el que me encuentro identificado en todos sus planteamientos, a menudo casi tan utópicos como los míos, encuentro un hallazgo original en el juego de palabras de su artículo: "tener presente el futuro", donde siendo distintos los tiempos presente y futuro los une de la forma más coherente referida a nuestro tiempo.
La tarea que tienen por delante, encomendada a resolver por las nuevas generaciones es tan ingente, que no sería aventurado calificar al siglo que está empezando, como el que tiene encomendado el logro de la concordia universal por la vía de la solidaridad entre los pueblos.
Se cuenta ya con la evidencia empírica de que los medios tecno-científicos de los que hoy dispone la humanidad son más que suficientes para proporcionar una vida digna a los habitantes del planeta, mediante una racional distribución de los mismos y muy especialmente de una acertada asignación de las prioridades, como señala el articulista: poniendo el dedo en la llaga de los exorbitantes gastos militares y de las subvenciones a sus productos establecidas por los países tramposos, que desvirtúan la ley de oro del libre comercio.
Además, Mayor Zaragoza incide en su artículo, que el logro de la paz mundial es el objetivo crucial al que la humanidad debe dar respuesta, a través de las Naciones Unidas para no defraudar las ansias expresadas por Roosevelt entre otros, cuando aquellas fueron creadas de que asegurarían la paz mundial. La fase del momento en la que estamos inmersos, en la que ha sido transferido el gobierno mundial a las grandes corporaciones multinacionales del comercio, las finanzas y la publicidad apabullante, no puede dar respuesta a las genuinas aspiraciones de los humanos, que precisan desprenderse de las nefastas adherencias a las inercias, creando nuevos estímulos para la exaltación de la dignidad humana alejados de los seculares egoísmos, misión que el articulista encomienda a la juventud libre de las seculares ataduras a la propiedad de lo superfluo, para elevar el listón de sus aspiraciones a temas de mayor enjundia inspirados en el conocimiento que deslinde los valores éticos y solidarios de los despilfarradores, dando una oportunidad al futuro en el que las nuevas generaciones, asistidas por los logros del progreso darán testimonio de racionalidad.