Consejos aleccionadores
Ayer, cayeron en mis manos unos consejos acompañados de sus correspondientes comentarios, que podrían tener oportuno acomodo a los tiempos que corren para servir de catarsis a tantos desmanes morales que se advierten por doquier.
1º) Ama, no dañes a tu patria. ( ni al resto del planeta que es un pañuelo )
2º) Sirve a la gente, no la abandones.
3º) Defiende la ciencia, no seas ignorante.
4º) Trabaja duro, no seas perezoso ni odies el trabajo.
5º) Mantente unido y ayuda a los demás, no te beneficies a costa de los demás.
6º) Se honesto y digno de confianza, no busques beneficios a costa de tus valores.
7º) Sé disciplinado y cumplidor de la ley, en lugar de caótico y sin leyes.
8º) Conoce la vida sencilla y las dificultades, no te sumas en los lujos y los placeres.
Muchos, tacharán de ingenuos o de infantiles los anteriores consejos vistos desde el contexto en el que vivimos, impregnado como está de egoísmos, antítesis del espíritu solidario. La ley de la selva adquiere carta de naturaleza en nuestros comportamientos, tomando a la agresividad como norte y guía que da vía libre a los instintos, eso sí, con formas refinadas y sutiles que ponen más en evidencia el cinismo que las enmascara.
No requieren ser glosados conceptos tan simples, comprensibles para todos, sería deseable que desde los primeros pasos que se dan en la vida, se pudieran asimilar conceptos tan puros y asequibles exentos de subterfugios alambicados que traten de situar las metas de la felicidad en terrenos esotéricos que no son de este mundo. Los logros físicos y los conocimientos aportados por la ciencia y la tecnología, suplirán las limitaciones y carencias padecidas por quienes nos precedieron, haciendo del planeta el paraíso que cada uno se quiera forjar a su medida provisto de lo necesario para disfrutar de una vida digna.
Parece evidente que cuando los bienes eran tan escasos que no podían asegurar lo necesario para la supervivencia, los más dotados se hicieran con la mayor parte de la tarta, en detrimento de los más débiles en aplicación del darwinismo puro y duro. En los tiempos modernos, los poderosos imbuidos por el afán de alcanzar notoriedad y prestigio se valen de otros medios igualmente espurios como son: el abuso de privilegios heredados, la corrupción, la maldad y la especulación, ninguno de los cuales aporta nada al acerbo común. No parece que el resultado de tal proceder sea beneficioso para alcanzar la paz de los espíritus y la tranquilidad de las conciencias; muchos adoptan comportamientos más acordes con los enunciados expuestos más arriba y no por ello son desgraciados.
La pedagogía que se podría impartir al conjunto de la sociedad mediante proclamas como las expuestas, difundidas por los poderosos medios de publicidad con los que se cuenta, sería el mejor servicio prestado al pueblo por mensajeros institucionales, en sustitución de la publicidad comercial, que supone un tormento martirizante para los sentidos de los sufridos espectadores que van en busca de informaciones de su elección, esparcimiento, etc., y se ven forzados a soportar los bodrios reiterativos que ofrecen artículos no deseados con todo lujo de medios artísticos dignos de mejor causa, que no aportan otro servicio a la sociedad que no sea el virus del despilfarro, cáncer corrosivo de las sociedades opulentas, cuya finalidad parece que es el "epatar" a los que no tienen ni lo indispensable.
Nuestras sociedades precisan con urgencia de una regeneración de costumbres, de una catarsis general, que revierta los valores desde la agresividad y la competitividad actuales a la paz de los espíritus, a la paz general afianzada en todos los órdenes de la vida que proporcione el bienestar anímico concordante con el goce placentero que proporcionan a los habitantes del mundo desarrollado, tantos y tantos instrumentos y útiles aportados por la tecno-ciencia.
Se dispone de un abanico inconmensurable de instrumentos físicos puestos al servicio de los humanos, cuya generación obedece a la progresión geométrica, en calidad y cantidad, que ha subvertido el tópico del trabajo como un castigo de Dios, para convertirlo en el principio rector de los proyectos de vida de las personas, cuyos frutos constituyen el mayor timbre de orgullo para todos aquellos que tienen el privilegio de ejercitarse en lo que han elegido y les gusta, que es la condición óptima para alcanzar los mejores resultados.
Complementando la consecución de los objetivos físicos con la generación de un cúmulo de artículos para hacer más confortable y placentera la vida diaria, están los logros del saber y el conocimiento: los cerebros de las actuales generaciones están amueblados con informaciones de cuanto se necesita saber; el arsenal de conocimientos generado por los humanos desde que existe constancia documental de sus actuaciones, está a disposición de los millones de usuarios interesados en hacer uso de la multiplicidad de datos existentes, debidamente clasificados para el fácil y rápido acceso a los mismos.
La revolución operada por los últimos aportes de la informática y las comunicaciones, no ha sido aún suficientemente asimilada por las actuales generaciones; en el orden científico, la generación de conocimientos por: universidades, laboratorios, institutos de investigación en todas las áreas del saber, es de tal magnitud, que no es aventurado afirmar que el aporte diario de nuevos hallazgos en nuestros días, multiplica por "X" los rendimientos que se alcanzaban años atrás, es decir que el crecimiento científico adquiere progresión geométrica.
Desafortunadamente, los avances sociales, políticos, etc., en general todas las ciencias llamadas humanidades, están lastradas por egoísmos personales espoleados, instigados, avalados, y llevados a la práctica, por el espíritu del capitalismo que desde Adam Smith, que fijó las leyes del mercado en el siglo XVIII, mantienen el principio que la felicidad de los humanos radica en el acopio de riquezas materiales, despreciando preceptos tan elementales como algunos de los enunciados al principio de este escrito como:
Sirve a la gente, no la abandones.
Mantente unido y ayuda a los otros, no te beneficies a costa de los demás.
Se honesto y digno de confianza, no busques beneficios a costa de tus valores.
Conoce la vida sencilla y las dificultades, no te sumas en los lujos y los placeres.
Estas propuestas tan alejadas de los comportamientos al uso, todas ellas antagónicas al mensaje capitalista, serán risibles para el común de nuestros coetáneos, pero puedo asegurar que la praxis que los avala satisface mejor los anhelos anímicos, que los que todo lo fían al dinero que como instrumento material que es, no pueden colmar las ansias del espíritu.
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