Hay que remodelar estructuralmente las conciencias
El afianzamiento estructural alcanzado por el factor financiero-económico en la actualidad, establecido en la mayor extensión territorial y humana del mundo en que vivimos, imposibilita a las numerosas mentes preclaras existentes, que, apercibidas del absurdo sin sentido del que se valen los poderosos para mantener su ominoso estatus mediante actuaciones contranaturales, con la lógica de los acontecimientos que tienen lugar en las sociedades ilustradas actuales. Las luces aportadas por las altas cotas de conocimiento que impregnan las mentes juveniles que están llamadas a diseñar el futuro de la humanidad, son prisioneras de la mortal esquizofrenia de los espíritus, a que les someten los lobbies que acaparan todos los resortes del poder desde: la publicidad obscena, que por el sistema goebbeliano consigue que lo blanco se vea negro y viceversa, que los medios de información obligados a comer del pesebre del amo, bajo la amenaza del paro si no se siguen sus consignas, que con las privatizaciones masivas se dan a los bancos los resortes para diseñar las estratégicas de los países, se ponen los medios para debilitar el Estados de Bienestar, a favor de los servicios de pago que afianzan la diferencia del estatus entre pobres y ricos en la prestación de servicios: educativos, sanitarios, asistenciales, amenazando que peligran las jubilaciones. Para no cansar, omitimos la relación infinita de disfunciones sociales y humanitarias que llevan implícitas las prácticas capitalistas, herederas de la ley de la selva propia de los irracionales y que durante el transcurso de la historia pretérita obedecían a la escasez de medios materiales y sobre todo del monopolio del conocimiento, que mantuvieron desde tiempo inmemorial, los poderes fácticos: capital, ejercito e iglesia.
Tras las burdas pinceladas del punto anterior, que pretenden dar idea de la coyuntura en la que estamos inmersos, que no se corresponde con los activos físicos y sobre todo de conocimiento, que ha acopiado la humanidad últimamente. Simplemente acudiendo al elemental recurso del sentido común, éste, no puede aceptar actuaciones vigentes en las prácticas capitalistas tan aberrantes como las de la siguiente relación que son un pálido reflejo de la realidad:
1º) Que los beneficios obtenidos por rendimientos del capital coticen menos que los de trabajo.
2º) Que la especulación, sea difícil de controlar por hacienda, según declaran los inspectores.
3º) Que el diferencial de percepciones entre los que más ganan y los que menos gana ha crecido de forma exponencial últimamente, antítesis de la igualdad.
4º) Las pérdidas de los bancos, en la presente crisis, sufragadas por los gobiernos con dinero de los contribuyentes que han tenido incidencia en el paro, mientras los bancos exhiben beneficios.
5º) Los paraísos fiscales que se nutren entre otras actividades delictivas, de lo robado a las haciendas públicas, permanecen intocables.
6º) La incitación al consumo y la protección ecológica colisionan frontalmente produciendo esquizofrenia en las mentes que no conciben que se promocione la destrucción planetaria.
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Una vez más, pedimos disculpas por mostrar solo aspectos negativos en comportamientos de los humanos, cuando estamos absolutamente convencidos de que contrariamente al tan manido tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor, creemos que ni remotamente, jamás la humanidad, contó con el ingente arsenal de recursos con que se cuenta actualmente, en lo material y sobre todo en conocimientos, que permitirán remodelarse estructuralmente.
Con el potencial acumulado en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX y la primera década del siglo actual, si existieran los medios para cuantificar los avances acumulados en dicho lapso de tiempo, no sería descabellado pensar, que superaría a todo lo producido en el transcurso de toda la historia de la humanidad. Para muchos, la anterior aseveración, será tan exagerada como la mayor fantasía imaginable, sin embargo, las magnitudes físicas de todo tipo serían tan apabullantes, que solo en consumo de combustible y materias primas, no alcanzarían magnitudes para cuantificarlo y en orden a los conocimientos aportados por la tecno-ciencia, no existe parangón en ninguna otra época precedente.
Si asumimos conceptualmente lo anteriormente expuesto, no tiene una explicación plausible que con el caudal de bienes y conocimientos acumulados, los humanos, que han sido capaces de llevar a término las mayores hazañas imaginables, no puedan conseguir el mayor de sus anhelos: la felicidad. Los media, que divulgan los sucesos que ocurren alrededor del mundo, tienen un eslogan demoledor: “una buena noticia no es noticia,” al ser consecuentes con la pecunia de que, lo que no se vende no se prodiga, nos han dejado huérfanos de la alegría de vivir que es el vehículo de la felicidad. Frente a un mundo tan absurdo, como al que nos ha conducido el capitalismo, reivindicamos el optimismo, al que se llama la sal de la vida, mediante fórmulas de convivencia sanas.
A los efectos prácticos, se nos ocurre que facilitar a las personas los medios indispensables para llevar una vida digna, según la fórmula marxiana: de cada uno, según su capacidad; a cada uno según sus necesidades. Constituye la expresión más razonable de lo que sería una utopía cuando fue concebida hace más de un siglo y medio, lo que hoy sería plenamente factible y plausible en el contexto actual del primer mundo, donde se despilfarra a raudales por unos, que en su mayoría no dan nada de sí, sino que se nutren de lo heredado y del rendimiento del dinero; al tiempo que se dejan desasistidos en el paro, a los que demandan un trabajo para subsistir. El despilfarro conduce a la obesidad, pandemia de nuestro tiempo y la incitación compulsiva al consumo, mediante publicidad machacona, deteriorando la ecología del planeta que nos sustenta.
El contexto en que nos encontramos, con abundancia de todos los items que se puedan desear y alimentos para nutrir a toda la humanidad y pastillas post- coito para racionalizar el crecimiento demográfico, dejado al libre albedrío de las mujeres debidamente formadas y concienciadas para asumir tal responsabilidad, no tendría por que existir impedimentos insuperables para la puesta en marcha de ideas que harían factibles las vías que conducen a la felicidad.
El abismal diferencial de percepción de emolumentos, entre los que más y los que menos ganan, no tiene el menor atisbo de racionalidad, al existir actualmente abundancia de todo. Se podría llegar a admitir que para los espíritus selectos, hoy abundantes entre los más ilustrados para los que el motivo de mayor plenitud humana lo proporcionan las muestras de reconocimiento expresadas por las personas del entorno, beneficiadas por dichas actuaciones.
El exhibicionismo manifestado mediante el dispendio de medios para epatar a los allegados solo demuestra bajeza moral y motivo para el desprecio de dichos comportamientos.
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