23 diciembre 2007

Rememorando la infancia

Nací al final de 1927, cumpliré los 80 años cuando hace pocas décadas suponía una meta en longevidad alcanzada por pocos, mientras que hoy en nuestro país este logro es patrimonio de la media de los españoles.

La oportunidad de rememorar hechos de la infancia que para mi es caso inédito, por haber fijado mi atención en las tendencias de futuro que creo advertir en los avances con los que la tecno-ciencia apremian a la humanidad, constituyen un sano ejercicio de cambio, de las obsesiones políticas en las que estoy atrapado.

Conservo recuerdos vivos de mi infancia impresos en mis neuronas, con mayor fijación que cualquier acción realizada hace pocos segundos, constatación tópica en mucha gente de mi edad. El primero de mis recuerdos: la proclamación de la república en 1931 fue una gran fiesta en mi pueblo, los balcones lucían brillantes cubrecamas que dejaron una impresión indeleble en mi retina.

Para entrar en materia del objeto de este escrito - el cambio introducido por la república en materia de educación – mis recuerdos de las transformaciones que tuvo la escuela en mi pueblo fueron espectaculares: desde las aulas situadas en cuartuchos oscuros, con pupitres negros manchados de tinta, a las que asistí en mis primeros años escolares, tan pronto entró en vigencia la Generalitat de Catalunya se acometió la construcción de las nuevas escuelas con toda celeridad y extrema austeridad: con grandes ventanales, amplitud de espacios y paredes sin enfoscar. Lo importante del cambio, (si bien confieso que por mi edad yo no lo advertí), pero que me he enterado con posterioridad, fueron los contenidos pedagógicos, a los que se incluyeron por primera vez el mensaje ilustrado del que el resto de Europa había participado durante dos siglos y del que España fue excluida por los gobiernos reaccionarios imperantes.

Poco duró la primavera democrática de la que disfrutó España, puesto que las fuerzas tradicionales representadas por los poderes fácticos, que se creyan en posesión de los atributos eternos para gobernar, (como están demostrando en los reiterados ataques a las propuestas del gobierno en la presente legislatura) se aprovecharon del auge de los fascismos en Europa, para levantarse en armas y cruces como en el precedente de la colonización americana, para subvertir la cultura y la razón. La normalización que recuperó Europa con la victoria aliada de la Segunda Guerra Mundial, le fue hurtada a España por la ganga americana de contar con un aliado espurio para sus planes de la guerra fría, sometiendo a millones de españoles, bajo la férula de un régimen fascista durante cuarenta años, a pesar de proclamar que había liberado a Europa de dicha lacra.

Entre 1936 y 1939 en que mi pueblo, aún estando sometidos a las servidumbres de la guerra, se vivieron experiencias inéditas, como por ejemplo que durante los veranos en que gobernaba el frente popular, disfrutamos de los deliciosos jardines del cacique del pueblo para impartir las clases de la escuela al aire libre, bajo el delicioso pinar y los floridos jardines de los que nadie había gozado en plenitud, porque al dueño apenas se le había visto por el pueblo. Para mí, aquellos paisajes idílicos, fueron tan impactantes para mis sentidos y mi espíritu, que los rememoro como un placer inusitado de mis recuerdos de infancia tan parcos en emociones por no haber salido nunca de sus cuatro calles.

Lecturas posteriores me han puesto al corriente de la rémora cultural que supuso para nuestro país la dictadura, amén del sacrificio de tantas vidas que afectaron a millones de allegados a las víctimas del holocausto nacional que supuso nuestra guerra civil. e Produce rubor que ahora, los descendientes ideológicos del mayor desaguisado histórico producido en nuestro suelo, los que han organizado no se cuantas manifestaciones masivas, para mostrar el dolor de un porcentaje insignificante de víctimas del terrorismo etarra (excluyendo las del yihadismo) poniendo todos los medios a su alcance para que las víctimas millonarias causadas en el pasado franquista por sus afines ideológicos, puedan recibir alguna reparación tras setenta años de olvido por los sucesivos gobiernos de España, por medio de la ley de la memoria histórica.
Por fin, en la presente legislatura, el gobierno Zapatero ha colmado gran parte de mis anhelos políticos de juventud, que fueron frustrados durante cuarenta años por la hiena franquista, que campaba a sus anchas bajo el paraguas protector americano. Las tropelías propias del militarismo, secundado por la iglesia oficial y los caciques clásicos que conformaron un país retrógrado que renunciaba de todo atisbo de progreso cultural, despertaban la envidia de nuestra juventud por los avances que tenían lugar en el resto de Europa. Se nos había esfumado aquel amanecer risueño que prometía el advenimiento de la república, pero con la democracia este país ha avanzado de forma espectacular en todos los terrenos, alcanzando en muchos aspectos a la media de los países europeos que despertaban la envidia sana de mi juventud, que si se consiguiera otra legislatura con Zapatero al frente, podríamos vanagloriarnos de ser los portadores de la antorcha de la modernidad de la Unión Europea, es por lo que le atacan con tanta saña las fuerzas de la reacción.