Vivienda: debate permanente
Por su gran incidencia sociológica, la vivienda, que ha dejado su impronta en la Constitución junto a los demás derechos pretendidamente avalados por aquella, que entran en colisión con el factor preponderante: el dinero, amo y señor del sistema político vigente.
Conscientes de la situación de facto en la que estamos inmersos, existe una vía de escape como recurso intelectual que permite la exposición utópica de deseos que se nos antojan de sentido común, como alimento espiritual para idealistas.
Nos planteamos el problema de la vivienda sobre estrategias de largo alcance aconsejadas por acontecimientos recientes inducidos por las nuevas tecnologías y las prospectivas que se atisban basadas en experiencias vividas:
La dispersión geográfica de los pueblos hasta épocas recientes, obedecía a que sus habitantes, dependientes de la economía de subsistencia, (agricultura, minería, pesca, etc..) estaban obligados a residir a proximidad de sus fuentes por carecer de transporte.
Llegada la revolución industrial, los puestos de trabajo se crearon en las fábricas, con las consecuentes migraciones del campo a la ciudad donde estaban los puestos de trabajo.
Con la mecanización de la agricultura, la ocupación de mano de obra en la misma pasó de ser del 80% al 6%, lo que motivó el subsiguiente flujo migratorio hacia las urbes que requerían de brazos para construir alojamientos a los allegados y atender los servicios.
Los recursos económicos requeridos para acoger a ingentes masas de nuevos residentes en poco tiempo, ha motivado el desorbitado encarecimiento de la vivienda en las grandes ciudades que se han visto obligadas a allegar recursos para las infraestructuras, mediante la especulación del suelo urbano, cuya incidencia en el precio de la vivienda incide en más de 50%.
Otro factor, que consideramos determinante en el coste real del disfrute de la vivienda, es la dispersión como se ha configurado el urbanismo, (en mancha de aceite) que encarece las infraestructuras requeridas para atenderlo: calzadas, redes de acometida para los servicios, correo, recogida de basuras, y la más onerosa de las servidumbres: el tiempo perdido en los desplazamientos por sus usuarios, el consumo de combustible y la extensión de las redes viarias (carreteras) requeridas para dar salida al transporte privado con automóvil motivado por la vivienda unifamiliar.
Para de subsanar los inconvenientes expuestos, con medidas aconsejadas por la racionalidad más elemental, consistiría en acometer medidas drásticas que condujeran a la paulatina solución de los problemas apuntados, mediante estrategias aconsejadas por los nuevos tiempos y usando de los medios de que se dispone:
La industrialización en la producción de toda clase de artículos, la mecanización del campo, la concentración del comercio distributivo, etc,.. han revolucionado los métodos productivos. El apartado en que tiene menor incidencia la racionalidad moderna ha sido la construcción de viviendas.
Las viviendas del futuro se ubicarán en grandes rascacielos, con todos los servicios proporcionados por la modernidad, con elementos versátiles que permitan el acomodo a circunstancias y gustos cambiantes, y con servicios de conservación asegurados por los administradores de los pisos de alquiler, que asegurarán completa libertad acomodaticia a los nuevos tiempos, proclives a los cambios y contrarios al inmovilismo.
La escasa ocupación de superficie en planta y el incremento exponencial del volumen edificable para las viviendas ubicadas en los rascacielos, permite reducir de forma drástica las distancias y los costes de las infraestructuras para dar satisfacción a las prestaciones que demanda la modernidad.
Las ventajas de todo tipo aportadas por los rascacielos: costos de las infraestructuras, tiempo de desplazamientos, servicios múltiples, aire puro, vistas, sol, ausencia de ruidos, discrecionalidad, etc,. son evidentes desde enfoques objetivos, facilitar las prestaciones requeridas por la modernidad. Otros aspectos relativos al disfrute directo de la naturaleza, podrán ser atendidos con la segunda vivienda en el campo, la playa etc,.
En lo que respecta a la racionalizar la construcción de viviendas, en sustitución del método semiartesanal vigente, se tendrá que acudir al empleo de encofrados deslizantes, servidos por centrales de hormigonado funcionando en continuo para la erección de las estructuras portantes de los rascacielos. La confección de los pisos al interior de las paredes maestras, se hará con elementos prefabricados en taller, que serán montados in situ al gusto del usuario y con facilidades para cambiar su distribución.
Las comunicaciones entre y desde los rascacielos a los diferentes destinos urbanos, serán a través de túneles de trazados rectilíneos que permitan alcanzar altas velocidades a los trenes levitantes con señalización automática de la totalidad de las operaciones para minimizar los accidentes.
En general los vehículos circularán por niveles inferiores a las superficies peatonales que serán ocupadas por la proliferación de servicios demandados por las sociedades modernas: comercios, diversiones, servicios sociales, escuelas, clubes de afinidades donde discretamente se podrán practicar toda clase de actividades demandadas por sus socios, parques y jardines, provistos de mobiliario urbano respetados por los usuarios; (una sociedad madura se caracteriza por mimar la propiedad comunitaria)...
Como exponente de cómo llegarán a ser las ciudades del futuro, fruto de la fantasía de un idealista, se pueden mostrar los logros obtenidos por un país, que en poco tiempo ha tenido crecimientos de dos dígitos anuales acumulativos del PIB, ha pasado desde "tercera división" a ostentar el rango de segunda potencia económica mundial. Sería deseable que tal ejemplo fuera imitado por otras regiones del tercer mundo, aplicando fórmulas de eficiencia ya puestas en práctica, para sacar de la pobreza sin parar en mientes, a otras consideraciones accesorias, a la humanidad sumida bajo el yugo opresivo de la pobreza a los indigentes de este mundo, al tiempo que el despilfarro de otros, conduce a la ominosa pandemia de la obesidad, que hoy alarma al primer mundo, como si se tratara de una plaga bíblica, que se abate inmisericorde sobre los excesivamente ricos, lanzados al vicio del despilfarro.
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