17 abril 2007

Energías

De todos es sabido, que la energía es lo que mueve el progreso, consecuentemente, es un factor crucial para la vida de las personas. La humanidad se ha servido de distintos tipos de energía en su devenir histórico, pero la revolución industrial supuso el inicio de la carrera para la búsqueda del recurso por antonomasia para satisfacer las apetencias físicas de los humanos: la energía.
Tratadistas de todas las materias recurren a la energía como panacea de toda desiderata material. Políticos, economistas, ideólogos, ecologistas, empresarios, técnicos, científicos, la flor y nata de quienes rigen los destinos planetarios hacen referencia al tema. No tenemos por que ser menos, los anónimos que clamamos en el desierto.
Ha aparecido recientemente un nuevo producto energético, que puede competir con la serie de los ya existentes. Nos referimos al etanol o biodiesel obtenido a partir de los productos agrarios que son los que hoy aportan la mayor proporción de calorías destinadas a la alimentación humana: el maíz y demás cereales, soja, girasol, caña de azúcar, colza, madera y toda clase de vegetales.
A este nuevo combustible, se le atribuye la condición de que no produce residuos de combustión que causen el calentamiento del planeta por el efecto invernadero, atribuido al CO2 vertido a la atmósfera por los derivados del carbono, causantes de que se derritan los hielos de los polos que inundarían grandes superficies de playas del planeta al aumentar el nivel de los océanos además de cambios climatológicos indeseados.
Como ha venido sucediendo hasta aquí, las preferencias de los ricos siempre han prevalecido sobre las necesidades de los pobres: el dinero determina los comportamientos sociales. El uso del automóvil ha tomado carta de naturaleza en las costumbres del mundo occidental, al punto de haber configurado las ciudades modernas, cuyo urbanismo es subsidiario del coche del que no se puede prescindir para asegurar la movilidad, a pesar de ser el mayor contaminante.
Los productos agrarios citados más arriba, proveen de alimentos vegetales a las clases pobres de la población mundial. Si los mismos se destinaran a la producción de combustibles, dejarían sin aportes calóricos a miles de millones de habitantes tercermundistas que perecerían por inanición. La población actual del planeta tiene un fuerte déficit alimentario, causado por el incremento demográfico en los países pobres, que por esta causa se ven obligados a echar mano de cuanto encuentran para no morir de hambre, dejando los países donde malviven esquilmados de todo rastro de vegetación.
Las previsiones de crecimiento de la población mundial en los próximos decenios, se cifran en un tercio respecto de la actual. (pasar de los seis mil millones de habitantes actuales a los nueve mil millones a mediados del presente siglo) Parece incongruente dedicar productos destinados a la alimentación humana que ya son deficitarios, para satisfacer caprichos superfluos de insolidarios.
En presencia de comportamientos tan inconfesables, se proclaman principios tales como la igualdad, cínicamente impresos en las constituciones llamadas democráticas, donde el diferencial entre el sueldo medio de un país y el de los mayores preceptores dinerarios del mismo país, en pocas décadas ha pasado de ser de 40 a 400 veces superior.
Están en curso conversaciones entre gobernantes occidentales, para en el plazo de 10 años reducir en un 20% las emisiones de CO2 mediante el empleo del etanol biodiesel, acuerdos concertados con los fabricantes de automóviles, para planificar la modificación de los motores de los nuevos coches para ser adaptados a los nuevos combustibles.
¿Es admisible la práctica de tamañas aberraciones como las que se proponen aplicar en nombre de pretendidos planteamientos éticos, que no resisten al más elemental sentido común, destinadas al uso de las poblaciones occidentales que presumen de ilustradas y concienciadas.?
Las llamadas élites que hoy rigen los destinos de la humanidad mediante el factor instrumental que es el dinero, tendrán que someterse a una catarsis colectiva que purifique las conciencias, para situarlas en el plano objetivo que restituya los verdaderamente sagrados valores del espíritu que son: LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD, que no son inventos de la modernidad, sino de la lógica más elemental que solo podrán ser aplicados gracias al contexto que ha propiciado la tecno-ciencia en el último siglo. Ciertamente los avances alcanzados en la difusión del conocimiento, que ha beneficiado a amplias masas de población que han accedido a la información, que siempre se dijo que era el mejor resorte para monopolizar el poder. Este factor de dominio últimamente está desbordando los diques monopolísticos por medio de la informática que permite difundir : libros, música, películas, formulas, patentes, etc.. que siempre habían permanecido bajo llaves físicas y/o legales, a las que ahora se tiene acceso mediante la denostada piratería, que pone a disposición de los diletantes de los tesoros de las artes, las ciencias, etc... antes solo accesibles a los que los podían pagar
Los humanos, están obligados por lógica elemental a atribuir el valor real a las cosas tanto físicas como del conocimiento, mediante la fórmula tan manida de no confundir valor y precio. Para alcanzar tal desiderata habrá que contar con el potencial latente en el auxiliar inagotable que será el softward de los ordenadores en la plenitud de sus prestaciones, para poder cuantificar y cualificar los aportes reales de cada miembro de la sociedad al acerbo común.