25 abril 2007

Estamento judicial

Según Montesquieu, uno de los pilares constitutivos de la democracia es la división del gobierno de los países en los tres poderes clásicos: ejecutivo, legislativo y judicial. En este momento en España se da una disfunción importante en uno de ellos: nos referimos al Consejo General del Poder Judicial, en el que parte de sus consejeros y en especial el de su presidente, han superado en seis meses el plazo en que fueron asignados a dicho organismo y no se encuentra la formula viable para su renovación.
Lo más llamativo de la constitución del CGPJ, reside en que sus miembros, forman parte de las listas de los dos principales partidos en función de sus respectivas cuotas parlamentarias en partes iguales, bautizados como progresistas y conservadores, que condiciona hasta tal punto sus resoluciones lastradas por el componente ideológico lo que obstaculiza su función, al punto de hacerla inoperante.
Si un estamento tan conspicuo de la administración de justicia como el CGPJ, se encuentra supeditado a otro de los tres poderes pierde su condición de independiente, al someterse a la a la ideología partidista. El sentido común nos dice que nos encontramos ante una falla básica de la constitución que invalida la democracia por: A) la falta de independencia del poder judicial y B) que los jueces supediten las leyes vigentes, a su ideología.
El otro aspecto que se me ocurre, si bien a fuer de sincero debo confesar mi ignorancia del tema, que el delito de prevaricación según el diccionario solo lo pueden cometer un juez o un funcionario, delito que conllevaría su correspondiente punición. Si así fuera, de nuevo el sentido común se vería estafado al no poder aceptar que un mismo caso juzgado unos jueces lo vean blanco y otros lo vean negro, en aplicación de las mismas leyes escritas.
Tomando referencia de un artículo de un catedrático de Ciencia Política de la UAB, dicho autor, estima que la función principal que corresponde al CGPJ es la modernización de la justicia. Siempre me ha llamado la atención que en los reportajes televisados en que aparece el CGPJ, sobre la mesa donde tienen sus deliberaciones, al lado de cada consejero aparecen sendas torretas de folios de 30 a 40 cms de altura: me pregunto si su cometido modernizador les permitirá consultar los datos contenidos en su montón de papeles, con la misma celeridad con que lo hace el juez Gòmez Bermúdez en su ordenador portátil, que durante el juicio del 11M maneja con tanta soltura.
Realmente vivimos en una galaxia distinta a la que representan los jueces que siguen en el uso de legajos polvorientos para la administración de una justicia que recurre a menudo a la fronda legislativa para sacar el mejor partido de litigios, que, si son encomendados a bufetes de campanillas, tienen mayores garantías de ganarlos por la incidencia decisiva que tiene el dinero en cualquiera de las transacciones que se dan: trátese de lo económico, social y en lo más sangrante que es la aplicación de la justicia humana en su justo sensus.
Será imperativo de los tiempos, el que nos permita hacer el debido uso de los instrumentos de los que se dispone actualmente para transferir aspectos cruciales de los comportamientos humanos como puedan ser los juicios de la valía real de las personas mediante la evaluación objetiva de los aportes de cada uno al acervo común, compendiado en los propios currículos profesionales. El tanto tienes tanto vales, como se sigue aplicando en tantos aspectos de la vida actual, cuando tantos paradigmas han sufrido cambios copernicanos, ha dejado de tener su razón de ser. La justicia tendrá que poner en su lugar la valoración objetiva de los aportes reales de las personas para el mejor desem