14 mayo 2007

El diagnóstico más certero

Felipe Gonzáles, ha acertado plenamente en el diagnóstico del problema por antonomasia con el que se ha enfrentado la humanidad en el transcurso de los últimos sesenta años. El insoluble contencioso entablado entre los pueblos judío y palestino constituye el mayor absceso del planeta, empleando el símil orgánico, para describir el mayor desacierto diplomático cometido por el organismo internacional llamado a resolver los disensos entre países, por primera vez en la historia de la humanidad: la O.N.U. La Sociedad de Naciones fue un intento frustrado.
La inserción del pueblo judío, en medio del océano de pueblos árabes que lo rodean, cuyas relaciones solo disfrutaron de la luna de miel toledana, ha resultado un fiasco monumental desde sus inicios, con las guerras que culminaron en la derrota humillante de la nación árabe en 1967. La superioridad militar en medios bélicos modernos, proporcionada por su gran aliado americano, país, donde el lobby judío es todopoderoso, ha infligido a la nación árabe en su conjunto y para el pueblo palestino en especial, una herida a su amor propio y a su orgullo de raza, difícil de cicatrizar.
La unidad religiosa como lazo de unión de millones de islamistas, en una zona de crucial importancia económica por sus reservas de oro negro que se han afirmado como la sangre de nuestro tiempo en Oriente Medio, constituyen un foco de interés preferente que genera continuos conflictos, como los actuales de Irak y Afganistán, a los que no son ajenos los países circundantes, al punto que ha tomado cartas la misma Liga Árabe que bajo la batuta del rey Abdalá, el gran aliado de U.S.A. que preconiza la puesta en marcha la hoja de ruta para resolver el contencioso judio-palestino.
En la guerra de Irak se ha puesto en práctica la estrategia bélica, inédita desde los camicaces japoneses, como recurso para suplir la carencia de otros medios, el bando árabe, ha puesto en práctica por medio de los que se inmolan por motivos religiosos, hacer frente a los ingenios tecnológicos de la primera potencia militar del mundo, que no encuentra el método eficaz para sentar sus reales sobre un territorio invadido mediante falsas motivaciones.
Parece que la única salida al impás en el que se encuentran metidos tanto el imperio como Israel, estará en el regreso de este último país a las fronteras de 1967. aceptadas por la O.N.U. mediante una estricta separación entre los estados israelí y palestino y el mutuo reconocimiento de plena soberanía. Las heridas inflingidas por guerras continuadas por espacio de más de medio siglo, no pueden ser digeridas con facilidad por sociedades antagónicas entre sí.
El riesgo añadido que engendran antagonismos exacerbados, han tenido como primera consecuencia un aumento exponencial del terrorismo mundial, al que se pretendía combatir, pero, de infinita mayor gravedad será la proliferación del arma nuclear que peligra salirse de control si se sigue porfiando en hurgar en la herida abierta al pueblo palestino erigido en mártir de todos los atropellos perpetrados por la impunidad del poderoso frente al débil. La espada de Damocles que pende sobre la humanidad representada por el arma nuclear, no conviene soliviantarla mediante actuaciones irresponsables de quienes tienen encomendada la defensa de la paz.