29 abril 2008

Planificación sistemática

Nos encontramos una vez más, en presencia de las cíclicas turbulencias económicas que atormentan a masas ingentes de afectados por las consecuencias que provocan: las dificultades nutritivas de miles de millones de seres humanos expuestos a la monstruosa muerte por inanición, que en las últimas generaciones de habitantes de los países desarrollados no han experimentado tan siquiera los efectos preliminares a que conduce tal elemental carencia del principio de subsistencia física.

Los que sin llegar a tales extremos de carencias esenciales, somos bombardeados por los mensajes machacones de la publicidad omnipresente que a manera de Apocalipsis amenazador, premonitorio de un cúmulo de desgracias, que desestabilizarán todas las bases en que se sustentan nuestros presupuestos de continuidad armoniosa en los que teníamos planificado nuestro futuro económico.

Ejemplos que avalan lo anteriormente expuesto, están en las subidas desorbitadas de los precios de los cereales constitutivo del aporte calórico básico para la alimentación de los más pobres, que hallándose al límite de la supervivencia con los precios que se mantuvieron estables durante décadas, ahora para producir “biodiesel” con dichos alimentos, para que puedan ser quemados como combustible para el disfrute de los ricos, el mercado, que en opinión de los “neocons” pone las cosas en su sitio con estricta justicia, por incremento de la demanda suben los precios haciéndolos inaccesibles a millones de vidas humanas, que no pueden adquirir lo necesario para subsistir.

Si el mejor de los mundos que nos es ofrecido con ejemplos como el expuesto, con una ciencia económica sujeta al albur de previsiones que son modificadas en días y/o en horas, ciencia de la que nos aleccionan que de ella dependen nuestras vidas, como sucede con los pobres abandonados a la intemperie, con menos recursos de los que disponen los animales en la naturaleza, por efecto de una organización de recursos que solo mantiene a cubierto de turbulencias a una parte de la población mundial, no se puede decir que contamos con las garantía que debe ofrecer un mundo civilizado.

Contrariamente un mundo racional, que estuviera a la altura de los logros tecno- científicos alcanzados en el siglo XXI, debería tener como premisas inapelables la planificación sistemática de las metas que a todos los niveles se deberían alcanzar, fijando plazos y acciones para asegurar a la sociedad humana, en un mundo unido por la globalización de las comunicaciones, una evolución paulatina de comportamientos colectivos por mimetismo o imitación de los portadores la antorcha de la modernidad.

Fijaríamos como metas sucesivas para avanzar en el perfeccionamiento de las costumbres:
1º) Producir los elementos necesarios para que tengan una vida digna los humanos que el planeta pueda mantener.
2º) Producir las manufacturas necesarias, para suplir de las factorías necesarias los distintos yacimientos planetarios para su explotación racional.
3º) Suministrar los medios monetarios suficientes para atender las necesidades que requieran de su aporte y/o contribución para asegurar el sostén humano.
4º) Proporcionar el conocimiento demandado por la comunidad humana mundial, en todos sus requerimientos, condición superior a la que puede aspirar el raciocinio para alcanzar el estadio de la civilización.

Los anteriores planeamientos, por más utópicos que puedan parecer, han sido expuestos en el último foro de Davos, no con alcance planetario, pero si que forman parte de los presupuestos de un país determinado que los tienen inscritos en los sucesivos pasos coordinados para sus planes: a corto , medio, y largo plazo, como corresponde al método científico que no pone límites al alcance del conocimiento en sus aspiraciones hacia cotas de perfección.
En la práctica este proceder ha tenido su banco de pruebas en las grandes empresas multinacionales que han demostrado su resistencia a los avatares de cuantas turbulencias de todo tipo han tenido lugar en decurso de más de un siglo de vida que tienen algunas de ellas, avaladas por el prestigio adquirido y por encima de otras consideraciones, por los equipos de especialistas de que disponen para el desempeño de los distintos cometidos desarrollados mediante gestores idóneos que se transmiten la antorcha de la dirección de generación en generación, por méritos propios, no como sucedía en las monarquías hereditarias que han sido despojadas de los atributos ejecutivos, como demostración que la inteligencia no es transferida como la herencia, la cual terminará siendo un objeto periclitado.