12 junio 2008

Poder duro, poder blando, poder insidioso

Los términos que anteceden son empleados frecuentemente por los comentaristas políticos, al corresponderse con relaciones entre países, colectivos, o intereses, donde en sus planteamientos iniciales las partes disienten entre sí. En tiempos pretéritos los contenciosos entre países tenían desenlaces dramáticos como son las guerras, cuyas consecuencias catastróficas en vidas y destrucciones, se correspondían con la ley de la selva propia de los seres irracionales. A la instrumentalización de las guerras se le ha dado el apelativo de “poder duro” término que tendrá que ser suprimido del léxico común, por lo aberrante que resulta el riesgo de destrucción total con la existencia de los actuales arsenales de armas nucleares.

Antiguamente era aceptado que las guerras contribuían al progreso de la humanidad por la importancia atribuida a la victoria en la psique de las personas fanatizadas, al contribuir con su entusiasmo y recursos a tal fin. Un hecho paradigmático al respecto, se dio en la antigua Unión Soviética que en la competencia armamentística con los EE.UU. enviaron al espacio el primer satélite artificial, el primer astronauta y la primera estación espacial, que proporcionaron los primeros peldaños del boom de las comunicaciones por satélite que han revolucionado los hábitos convivenciales por medio de los teléfonos móviles, el Internet, etc,. Otro aspecto crucial del progreso lo constituye la energía: la primera central de fisión nuclear para producir electricidad, se construyó en Moscú y el primer ingenio para intentar conseguirla a partir del hidrógeno fue el Tokamac que fue desarrollado en la antigua UURS y que hoy han trasladado a Carandache (Francia) para ser desarrollado por las cinco mayores potencias mundiales con el nombre de ITER, que es la esperanza para obtener energía ilimitada, inagotable y gratuita para colmar las necesidades de la humanidad a partir del agua del mar, cuando el petróleo se haga prohibitivo y los carters petrolíferos permitan desarrollar la energía del futuro.

Los nuevos paradigmas proporcionados por la tecno-ciencia, que ha aportado los instrumentos necesarios para implementar de forma arrolladora el concepto de la globalización en tiempo record: comunicando, acercando, instruyendo, relacionando etc,..a las personas entre si, para que se puedan tratar los disensos de vis a vis creando empatías que permitan conocer de primera mano los respectivos planteamientos y llegar a consensos equilibrados respetuosos para las partes.

El “poder blando” como antitesis del “poder duro”, es la suma de los ingentes aportes positivos que la humanidad ha incorporado a su haber. Hacer una relación de los imputs que ello comporta, sería la utopía elevada a la enésima, no obstante lo que sí se puede afirmar sin riesgo a errar en el aserto, es que el progreso se implementa en progresión geométrica, desde que pensadores como Locke y Hobbes, insuflaron la sabia de la Ilustración a los enciclopedistas franceses que encontraron un discutible vehículo de difusión en las conquistas napoleónicas europeas y que tuvo su primera manifestación práctica en la Norteamérica recién independizada, siguiendo con las democracias europeas que introdujeron El Estado del Bienestar como culminación.

Los frutos de la modernidad que tuvieron su expresión en manifestaciones artísticas y productivas: las primeras alumbradas en Italia, que fué la cuna del Renacimiento y las segundas en Inglaterra donde tuvo lugar la revolución industrial, que proporcionó al mundo la génesis de la racionalidad para transferir desde la función física de producir los bienes solicitados por los humanos a la función intelectual, racionalizando los procesos productivos. Los últimos tres siglos, han proporcionado a los activos de la humanidad los medios para alimentar a diez veces más bocas a las que las previsiones maltusianas hubiera pronosticado, si bien este parámetro no es el más positivo de los logros alcanzados. Los habitantes privilegiados del mundo avanzado son los que disfrutan de bienes: físicos, artísticos, lúdicos, etc,.. a límites rayanos en el despilfarro al tiempo que otros no cuentan con lo mínimo indispensable. El acercamiento de los estándares de vida civilizada, es la asignatura pendiente de resolución más sangrante que tiene la humanidad, que deberá ser abordada por las nuevas generaciones.

Un tercer poder que llamaremos “poder insidioso” es el que mayores trastornos y perjuicios acarrea a la humanidad: es la maldad consciente que practican para su pretendido beneficio preferentemente patrimonial y de mando, llevada a la cabo por sectores privilegiados de la sociedad que acumulan activos con el fin egoísta de aumentar el diferencial económico con los indigentes que hoy no tiene razón de ser en los países avanzados, donde, las diferencias de clase no tiene las manifestaciones externas de otros tiempos en que el estatus social era el mayor timbre de gloria. Los que encabezan las listas de la revista Forbes como los más ricos del mundo, de lo único que alardean es de sus fundaciones, orientados según los casos a necesitados, a erradicar enfermedades endémicas de países pobres, a colecciones de arte, etc... al tiempo que otros medran mediante las finanzas virtuales, con la especulación a lo grande, acaparando primeras materias y alimentos, mediante estrategias planificados por grandes lobbys en inversiones de futuros y otras artimañas tramposas con primas y aranceles discriminatorios, que impiden el desarrollo armónico del mercado que ellos tanto proclaman, dejando a los países pobres fuera del mismo.
Resultado del conocimiento y la información que están teniendo difusión planetaria en la actualidad, con medios escapan al control de los poderosos, en poco tiempo, quemarán etapas para zafarse de la arbitrariedad que no podrá librarse del control de la inteligencia aportada por millones de seres pensantes, (que una vez superada la tiranía que en el medievo supuso la ignorancia pregonada por los brujos esotéricos, y cuyos coletazos alcanzan hasta los tiempos actuales), abarcará todos los confines planetarios, para conceder la dignidad a las personas como seres iguales, si bien diferenciados por sus peculiaridades.