Por un mundo postmaterialista
Es gratificante constatar, que, pensadores pertrechados de argumentos sólidos, son capaces de desarrollar un programa que configura un nuevo paradigma con apoyaturas en hechos que presentan al momento actual maduro para acometer virajes estructurales. La sociedad que ha padecido la crisis actual, puede percibirla como “buena crisis” si despierta sentimientos de superior entidad latentes en la psique de los humanos. Previamente procedía asegurarse el alimento y la protección de la intemperie, como necesidades prioritarias hoy sobrepasados con holgura. Nos referimos al libro titulado “Buena Crisis” de Jordi Pigem, que ha sido bien acogido en Universidades anglosajonas, del que estamos convencidos que de contar con la promoción proporcionada a su importancia, podría competir con los best sellers para ser difundido como tratado didáctico para las nuevas generaciones.
Inicia su exposición aseverando, que si a los astrólogos se les produjera un eclipse de sol imprevisto, quedarían desacreditados. ¿Cómo pueden presumir la economía de ciencia, si ninguno de sus maestros, incluso los agraciados con el premio Novel de dicha disciplina fue capaz de prever la crisis que vino de improvisto.? Describe la economía actual como un despropósito que magnifica el liberalismo económico que ha encumbrado a las finanzas virtuales al punto que representan el 98% de los activos monetarios circulantes que manejan los financieros como si se tratara de juegos de casino, asignándose sumas astronómicas de dinero en bonus, etc,.. que ponen a resguardo en paraísos fiscales fuera del control de las haciendas nacionales, habiendo sido resarcidos de su codicia con el dinero de todos.
El despilfarro de recursos del planeta que tiene lugar en los países ricos, tiene tal incidencia en orden al agotamiento de las existencias de productos no renovables, que según los datos que se aportan en el libro de referencia, harían falta diez planetas como el nuestro para suplir las necesidades de países como Luxemburgo en relación a la superficie que ocupa, según los estudios que fijan la extensión necesaria de terreno por habitante del mundo occidental.
Otro dato, que entraña proporciones apocalípticas si no se le pone remedio a tiempo, es que la población mundial al inicio del siglo XIX, era de 25 millones de personas; a principios del siglo XX era de 1000 millones, se multiplicó por 40 veces en el transcurso de un siglo y al inicio del siglo XXI en que estamos somos más de 6000 millones. Un ejemplo patente de lo que estos datos representan, está en que la India, considerada un país emergente con altos índices de crecimiento del PIB en los últimos 30 años su población ha pasado, de tener 500 millones de personas a los 1000 con los que cuenta en la actualidad. El nivel de vida, la renta per cápita, de sus habitantes permanecido estancado, a pesar del aumento de riqueza del país, que fue destinado a satisfacer al aumento poblacional. Por contra su país vecino China, con crecimientos del PIB similares, al mantener constante su población durante los últimos 30 años ha eximido de la pobreza a centenares de millones de sus habitantes. La agresión a las condiciones de conservación ecológica del planeta a causa de la superpoblación humana, constituye uno de los problemas prioritarios a resolver por la humanidad.
El autor del libro de referencia justifica mediante multiplicidad de argumentos, que los nuevos paradigmas deberían orientar a las sociedades hacia una mayor igualdad económica de sus componentes, en beneficio del disfrute de las potencias anímicas de las que estamos provistos las personas que una vez suplidas gracias a los aportes con los que el progreso tecno-científico nos ha dotado, dándose la paradoja, que lo que una parte de la humanidad dedica al despilfarro que es la causa del efecto invernadero, puede conducir al aumento del nivel de los océanos que inundarían superficies costeras del planeta de valor económico y humano, al tiempo que un tercio de la habitantes del planeta mueren de inanición por falta de mínimos para asegurar su subsistencia.
Los ingentes recursos de intangibles con los que cuentan los humanos, que permanecen en un segundo plano de nuestros subconscientes, debido al afán y dedicación que prestamos a la codicia que despierta el dinero que jamás se ve satisfecho por el imperativo que proclama el dicho: “de que siempre queremos más”, dando continuidad a: rituales, costumbres, hábitos, inercias,... justificados en otras coyunturas históricas en que la lucha para sobrevivir ocupaba todos las potencias disponibles, sin apercibirnos que lo que se persigue con la acumulación desemboca en la exhibición de bajos instintos: despertar envidia y animadversión del entorno social con la inmersión en la competitividad como imperativo de los tiempos. Por el contrario, ¿cuándo se pondrán en práctica las virtudes que despiertan el buen rollo en las relaciones sociales que una vez satisfechos los standares que físicamente hacen la vida placentera con el reconocimiento de nuestros semejantes, en las infinitas manifestaciones que se pueden desarrollar en la vida moderna, cuando el trabajo sea tenido como un derecho inalienable, pero con aspiración a que resulte grato y nos libere del tiempo suficiente para atender las aficiones y las relaciones con nuestro entorno.?
Las oportunidades que nos brindan los medios de información y comunicación modernos, que abarcan todas las aficiones y preferencias que se puedan imaginar, dándonos cancha para interesarnos por cuanto sucede en el ancho mundo, al habernos liberado de la condición de semi-acémilas en las que estaban sometidos mayorías ingentes de nuestros antepasados, huérfanos del derecho elemental de la educación y del disfrute de los privilegios que da la cultura, hoy patrimonio de mayorías, que permitirán ejercitar los eminentes potencias del intelecto humano que hoy permanecen en gran parte subsumidas al imperio del dinero.
La visión materialista a que nos conducen las tendencias actuales es gris, al presentarnos una serie de fragmentos aislados compitiendo entre sí. Por el contrario la simpatía une a las personas, da entrada a la empatía que hace compatible el acceso al punto de vista antagónico y/o contrario, conquista del reconocimiento civilizado de la libertad de visión de las cosas desde distintos ángulos, que permite aglutinar la riqueza que atesoran la ingente multitud de mentes humanas que contribuyen a incrementar exponencialmente el conocimiento general, dando paso al ejercicio de las virtudes modernas como son: paz, solidaridad, fraternidad, moralidad, ética, armonía, igualdad, libertad, simpatía, comprensión, bondad, y un largo etc…, de manifestaciones, actitudes, acciones, conducentes al bien común recíproco.
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