Simbiosis de sistemas económicos
El tratadista político británico, Eric Hobsbawm, en una reciente conferencia en un importante foro, ha hecho la exégesis de los dos principales sistemas socio-políticos-económicos que determinaron las actuaciones del siglo XX: el liberalismo económico anglo-americano, que a partir de 1945 se hizo extensivo a Europa y al resto del mundo; y el comunismo soviético que tuvo su asiento en la antigua URSS y los territorios que le fueron asignados por el tratado de Yalta, que se regía por la planificación económica de dirección estatal.
El sistema soviético quebró en las últimas décadas del siglo pasado, por falta de estímulos económicos que condujeron al absentismo laboral y al alcoholismo, con la consecuencia de quedar relegado con respecto del liberalismo económico occidental más eficiente. La mayoría de los restantes países del mundo tomaron partido por el sistema occidental, que aportaba mayores avances económicos por la vía de la competitividad que espolea los impulsos de los países que consiguen la meta del mayor crecimiento del PIB, seña de identidad de la subsiguiente globalización que ha suprimido las fronteras para dar vía libre al comercio planetario de la mano del liberalismo económico salvaje.
La crisis del 2008, a pesar de mostrar indicios de que está cediendo, sus consecuencias tendrán repercusiones a largo plazo, y que China que ha optado por un sistema mixto: entre el centralismo y el liberalismo económico, para su bien, con resultados espectaculares, acuda a la salvación del capitalismo USA que ha renunciado al establecimiento de las conquistas sociales auspiciadas por los comunismos soviético y chino, que favorecieron la implantación de las legislaciones en las que se ha instaurado el estado de bienestar y otros valores con finalidades de servicio público, para combatir las regresiones del capitalismo salvaje instituido por Reagan y Thatcher como son: la desagregación moral y la corrupción institucionalizadas, que tienen su traducción en los numerosos casos de codicia y acumulación de dinero en pocas manos generada por un sistema ominoso favorecedor de minorías.
Las sociedades del futuro tendrán que acometer nuevos paradigmas que permitan compaginar los valores materiales que hoy están al alcance de la humanidad como jamás lo estuvieron en tiempos pretéritos, con los otros valores, más caros si cabe, para los espíritus cultivados de nuestros contemporáneos, que son los correspondientes al bienestar y la paz de los espíritus, y cuanto contribuye a la solidaridad del entorno:, con servicios sociales, seguridad en el empleo, disminuir desigualdades económicas, incentivar comportamientos que priorizan las facultades humanas superiores que incorporan valores intangibles. El despilfarro del comprar y tirar, incentivado por el clamor publicitario propio de la economía liberal, es el factor que más contribuye al deterioro ecológico, cuya conservación, será cuestión crucial de futuro.
Consecuente con una buena organización productiva y un comportamiento austero asumido por esforzados forjadores de progreso en un mundo globalizado, en el que se de prioridad a los aspectos que satisfagan las necesidades espirituales y/o anímicas, una vez satisfechas las materiales, que con los medios actuales están ampliamente aseguradas, podrán dar ejemplo de sociedades maduras, al tiempo que serán económicamente competitivas en el plano económico, si cuentan con la participación de todos los interesados en crear sociedades ejemplares exentas de las aberraciones propias de elementos antisociales que fomentan la arbitrariedad y el descontento producido por desajustes, resentimientos, agravios,...generados por las desigualdades. El materialismo exacerbado, que ha conducido a la codicia sin freno que da pábulo a la ostentación con la finalidad de despertar la envidia en el entorno, o el lucimiento social que dan los altavoces publicitarios mostrando excentricidades que se permiten algunos populares para su lucimiento personal, son yacimientos donde se genera: el rencor, la envidia, el odio, la animadversión,... que impiden humanizar a las sociedades.
Avanzar hacia un mundo postmaterialista, será la meta hacia la que tendrán que dirigir los mayores anhelos y esfuerzos las generaciones futuras, acopiando conquistas como las que tan aceleradamente han sido alcanzadas por la tecno-ciencia en los últimos tiempos. Con la revolución verde se podría alimentar sobradamente a la población actual del planeta, aún que sigan habiendo fuerzas interesadas en que no beneficie a todos. La revolución industrial por su parte, está en disposición de producir excedentes de todos los objetos, artículos, items,.. que demande el mercado. La industria de la construcción: de obras, viviendas, infraestructuras,... tiene capacidad sobrada para suministrar cuanto se le pida. Y así, en todos los campos de la producción de bienes y servicios, se pueden subvenir la generalidad de las necesidades físicas de la humanidad, gracias a los extraordinarios aportes de la modernidad. ¿ Porque no apostar a futuro por metas que conduzcan a una mayor felicidad anímica de las personas?.
Los excesos en que han incurrido las finanzas últimamente con la pasada crisis, rebasan todos los límites tolerables al llevar a la quiebra a numerosos establecimientos de crédito que han tenido que ser reflotados con el dinero de todos. Parece evidente que aspectos tan importantes como es el empleo, no pueden dejarse al albur de los empresarios que como reza su código mercantil su única finalidad es el lucro de sus negocios. No se les pueden exigir actitudes éticas ni morales en sus actuaciones, no contraen obligación legal alguna aparte asumir las pérdidas y ganancias de sus empresas, cosa que no han hecho en la reciente crisis.
De aquí la propuesta de Eric Hobsbawm, que preconiza la simbiosis equilibrada de economía pública y privada, con la recomendación explicita de potenciar los aspectos sociales que emanan de concepciones más elevadas de los sentimientos humanos comunitarios que solo los administradores responsables tienen la obligación de asegurar: el bienestar físico y psicológico de sus administrados. A este fin, deberán diferenciarse los cometidos asignados a los gobiernos y a los emprendedores de forma que nunca se puedan interferir unos en el terreno de los otros.
El listado de los respectivos cometidos sería exhaustivo y difícil de determinar a priori, pues las circunstancias y las coyunturas son cambiantes en el tiempo, si bien se podrían apuntar generalidades, que contemplaran que lo que atañe a la mayoría de los afectados asignarlo a los administradores, mientras que lo particular, sectorial, local, con incidencia a entornos limitados debería transferirse al desarrollo de iniciativas audaces, creadoras de novedades inéditas, etc,. que deberían ser avaladas, financiadas, estimuladas por los que tienen a su cargo velar por el bien general tras el preceptivo examen de viabilidad, para que nunca quedara una idea huérfana de apoyos, cuando se ha demostrado que la fecundidad de las ideas gestadas en las neuronas de las personas, es el activo de mayor valor que puede aportarse al acervo del colectivo humano.
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