Cuba provoca un sabor agridulce
Dos de mis hijos, vienen de pasar unas vacaciones en Cuba; las impresiones que traen del viaje, las califican de agridulces, por la dificultad que tienen un observador occidental de juzgar unos comportamientos diferenciados de las pautas seguidas en nuestro contexto.
Choca observar insuficiencias tan ostensibles, como pueden ser la falta del mínimo remozado de las fachadas de unos edificios espléndidos, herencia de la huella de la burguesía colonial de principios de siglo XX, que hacían de La Habana una joya de la arquitectura española, de entre los numerosos ejemplos de la misma existentes en Latinoamérica, mostrados por los países de aquel continente, como reclamo turístico, siendo la Cuba actual la más necesitada de dicho recurso para su supervivencia económica.
Al relacionarse con la gente de la calle, (superficialmente como lo puede hacer un turistas) se advierten disparidades en las percepciones que los cubanos tienen de su situación actual en su país. Para muchos las limitaciones en el disfrute de bienes de consumo, que para otros países son de uso ordinario gracias a los medios económicos para acceder a ellos, constituyen la mayor frustración de su vida, por el contrario otros que salieron de la isla y alcanzaron los beneficios del confort material en otras latitudes, padecen la añoranza de su Habana querida.
En general los visitantes de la isla caribeña, coinciden en reconocer, el alto nivel cultural que se observa en el pueblo cubano puesto de manifiesto con la exportación a otros países: de músicos, médicos, maestros, artistas, deportistas etc.., Esta circunstancia contrasta, con la situación en que están sumidos la gran mayoría de los países pobres, donde se atribuye al déficit cultural su retraso económico y social.
Para los sociólogos y politólogos deben constituir un peculiar campo de experimentación, los hechos que tienen lugar en esta peculiar isla, situada a pocas millas de las costas del imperio, que en aplicación de la doctrina Monroe " de que América es de los americanos" (entendido que de los del norte) se permitieron en su política de las cañoneras invadir incluso la diminuta Grenade, entre sus innumerables intervenciones en el centro y sur del continente americano y no le incaron el diente a Cuba, a pesar de que con ocasión de la crisis de los misiles, se puso al mundo al borde del precipicio de la guerra nuclear.
La existencia, durante cerca de medio siglo, de un sistema de gobierno tan peculiar como lo es el cubano, sometido al embargo económico por su gran vecino, que como primera potencia mundial está en disposición de ejercer su poder de presión sobre los restantes países del orbe para que se abstengan de comerciar con Cuba, habiendo sobrevivido a su protectora la URSS, durante 15 años, con penurias económicas aparentemente insalvables y la declarada hostilidad de la mayoría de los países, es difícil comprender en semejante contexto, como gran número de los habitantes actuales de la isla, dicen encontrarse a gusto en su país. Claro que conociendo como viven los habitantes de los países de su entorno, regidos por gobiernos que se dicen democráticos, está justificada su apreciación.
A la vista de los problemas a que están sometidas las clases bajas de gran parte de los países del planeta, sometidos a las arbitrariedades que permiten las leyes elaboradas a conveniencia de los poderosos, que han regido los destinos del mundo a lo largo de la historia pretérita, que han dejado huella indeleble en los genes de la mayoría de los humanos, al punto de asumir como comportamientos normales, el que unos tiren a los vertederos de algunas grandes ciudades, del tercer mundo productos alimenticios, que otras personas se vean obligadas a disputar a las gaviotas y otras alimañas, las calorías necesarias para seguir subsistiendo.
En algunos países europeos, alrededor de los años veinte del siglo pasado se instauró el llamado estado de bienestar, que ponía al abrigo de contingencias adversas a las clases más vulnerables de la sociedad por medio de subsidios económicos provenientes de leyes fiscales, en lugar de la humillante caridad tradicional. Con la entronización del llamado liberalismo económico, se persigue suprimir paulatinamente los beneficios del estado del bienestar, al tiempo que se rebajan los impuestos, del que aquel se nutría, para dar las mayores ventajas a las leyes del mercado con el pretexto de facilitar la competitividad. La mundialización de las economías se dice que consiste en la supresión de toda clase de subterfugios que interfieran el libre ejercicio económico, al tiempo que arbitran procedimientos infranqueables para ejercitar dicha libertad, mediante: primas, subvenciones, cupos, etc.., barreras que desvirtúan los enunciados básicos proclamados. ¿ Cabe mayor hipocresía.?
Confesamos encontrarnos en un dilema insoluble entre, que el disfrute de los beneficios de los bienes que proporciona la modernidad, debería ser una de las prioridades de la comunidad humana, mediante una distribución más equitativa que eliminara la práctica de los dos extremos: el despilfarro y la indigencia. La utopía a que nos llevaría dicho logro, creemos que sería la piedra angular sobre la que se podría edificar la paz universal.
El estado a que han conducido los logros tecno- científicos a las sociedades punteras del siglo XXI, permite atisbar un crecimiento exponencial de los beneficios de todo tipo que se derivan en gran medida de los hallazgos que se consigan en la obtención de fuentes inagotables de energía, para proporcionar en plazos cortos, los bienes demandados para el ejercicio de una vida digna a amplias masas de la humanidad. Incrementos cuantificados en la generación de producciones, de dos dígitos porcentuales anuales, como los que tienen lugar durante decenios en algunos países, es un fenómeno sin parangón en toda la historia de la humanidad. Ello nos reafirma en que el potencial de la actual máquina productiva, es ilimitado, solo sujeto a las modulaciones a que les sometan los tecnócratas de todas las especialidades.
Aceptado por amplios consensos de opinión, que los humanos demandamos por partes iguales proporciones de conocimientos para el alimento espiritual de nuestras neuronas y los bienes físicos que nos proporcionen: bienestar, salud, confort, goce producido por las cosas que nos rodean que nos proporcionan sensaciones emotivas de estética, de bienestar, de paz, de afecto, de las múltiples percepciones positivas que el alma humana es capaz de experimentar.
¿Cuándo la humanidad dará con el hallazgo de la piedra filosofal, que permita convertir en oro de solidaridad y bienquerencia, toda la ganga inútil y contraproducente que tanto conturba los espíritus, con egoísmos, rivalidades, maldades de toda ralea, cuando lo que mueve las fibras más sutiles de la emoción, cuando nos sentimos inundados de lágrimas de dulzura, cuando nos hallamos en presencia de hechos heroicos, sublimes, bondadosos, de gente real o imaginaria que nos sirven a domicilio los ubicuos medios de información, fruto de la imaginación de los creadores de todos los tiempos : literatos, poetas, filósofos, artistas de toda condición?
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