21 agosto 2008

Publicidad comercial e institucional

Los efectos producidos por un mismo ente pueden ser antitéticos en sus resultados: tomemos como ejemplo la energía nuclear que fue destinada a cometer la destrucción más apocalíptica conocida por la humanidad mediante las bombas sobre Hiroshima y Nagazaki. La misma energía empleada en la producción de electricidad, ente que por sus aportaciones al progreso, representa la mayor revolución de costumbres conocida, empleada para liberar a los humanos de las servidumbres ancestrales: de los trabajos duros, peligrosos, monótonos, alienantes, etc,. y de la ignorancia, que esclavizaron a las generaciones que precedieron a los hallazgos de la tecno-ciencia que han traído drástico cambio de los anteriores paradigmas, por los que se regía la humanidad.

La publicidad comercial establecida por el capitalismo y utilizada como el resorte mágico para estimular el consumo, considerado como la panacea que conduce a la prosperidad económica mediante la incitación al despilfarro del “usar y tirar”, por mimetismo con el proceder de los ricos, que se han instituido como el modelo social a imitar. Este proceder, no repara en las irreparables consecuencias que conducirían a la destrucción inexorable del planeta por la contaminación atmosférica, la alteración del equilibrio de las constantes climáticas y el agotamiento de los recursos finitos.

La publicidad comercial moderna, puede haber tenido sus fuentes de inspiración en dos hechos paradigmáticos de fuerte incidencia social acaecidos en el siglo pasado, con incidencia social de primer orden en los comportamientos actuales: antiguamente prevalecía el aforismo clásico de que “el buen paño en el arca se vende”:
1º) La frase atribuida a Goebbels: que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, es la modalidad empleada en spots publicitarios, que martillean los sentidos de las multimillonarias audiencias de los media, que ávidas de noticias de los hechos instantáneos acaecidos en cualquier rincón del planeta, son sometidas contra su voluntad, a la insistente y alienante repetición de mensajes sin interés, robando el tiempo a multitudes, al que la modernidad tiene como el bien más preciado.
2º) Las grandes corporaciones empresariales, los lobbys financieros, que manejan los hilos que mueven la economía globalizada, mediante la eficiencia que proporciona la economía de escala, y su contrastada experiencia industrial, han expandido las firmas multinacionales alrededor del mundo, con lo que ha entronizado a las marcas y patentes como garantías de calidad de los productos avalados por ellas. Mediante la publicidad se aseguran un recordatorio perenne en los hogares servidos por los media, para que, si necesitan adquirir cualquier artículo compran el que tienen grabado en sus neuronas por el efecto Goebbels. La publicidad, permite multiplicar los precios por “N” al deslocalizar sus industrias a países tercer mundistas con bajos salarios y ausencia de legislaciones laborales, suprimiendo puestos de trabajo en los países de origen, donde las mayores cargas laborales encarecían los productos, sin que por ello estén obligados a rebajarlos.

Considerando los efectos inducidos de la publicidad comercial, que incita al despilfarro de los bienes de consumo a los sectores privilegiados en detrimento de las necesidades de subsistencia de los que los necesitan para no morir de hambre, se abre una brecha moral y ética difícil de digerir por estómagos provistos de sentido común. Detener las constantes que atentan al deterioro del planeta, constituyen el deber inalienable de las actuales generaciones, regenerando los desaguisados que se hayan producido para legar a las futuras generaciones un planeta mejorado, como permiten los medios de que dispone, para rectificar los renglones torcidos de dios, como reza el aforismo.

Contrariamente a los efectos de la publicidad negativa descrita hasta aquí, existe otro tipo de publicidad pedagógica puesta en práctica con motivo de la Olimpiada de Pekín, consistente en dar a conocer hechos difundidos para conocimiento de 4000 millones de espectadores (dos tercios de la población mundial). Los hechos objeto de difusión e incitación a debate a través de los informadores asistentes al evento, (unos treinta mil periodistas) han inundado de elogios las redacciones y platos de los media de todo el mundo.

Las noticias que difundían las agencias informativas occidentales sobre China, que llegaban al gran público, mostraban un país atrasado del que no se conocía su historia, los grandes aportes hechos por dicho país se mantuvieron ignorados por occidente al mirarse solo a su propio ombligo, inventos que tardaron largos siglos en ser conocidos por nuestras civilizaciones mediterráneas, denominadas del Mare Nostrum, del que las enseñanzas de la antigüedad no rebasaban. Pues bien con ocasión del acontecimiento deportivo más arriba reseñado, en el espectáculo de inauguración del evento, se pudieron contemplar mediante representaciones artísticas inéditas, que dejaron boquiabiertos a los espectadores, algunos de los principales inventos que China aportó al acerbo civilizador de la humanidad.

Otro aspecto difundido por los informadores asistentes, ha sido el salto de progreso llevado acabo por dicho país con cifras de crecimiento de dos dígitos durante tres décadas sin interrupción lo que supone doblar su PIB cada cuatro años. Tanto por lo que respecta en la espectacularidad de las instalaciones deportivas para la Olimpiada, como a la ciudad que las contiene, son de una modernidad y una calidad que para las futuras olimpiadas asignadas al Reino Unido para el 2012, los ingleses se han declarado incapaces de superar a las que tienen lugar ahora en China.
Hay que valorar por encima de los logros económicos , artísticos, de prestigio, etc.,, exhibidos por el país anfitrión de las Olimpiadas, destacaríamos los mensajes que nos llegan de la hospitalidad, solidaridad, bonhomía, etc., de sus moradores , de los que habíamos oído hablar del temible peligro amarillo. Leyendo el legado de Cunfucio, que sigue vigente tras dos milenios y medio, se puede aceptar que su filosofía de vida para aquí y ahora sigue impregnada en los genes de sus habitantes, por haber vivido en el autoproclamado Imperio del Centro, en que se desarrolló la civilización más avanzada de la antiguedad.