17 septiembre 2008

Admitida una posibilidad de cambio

Josep Ramoneda, conocido periodista español que emite diariamente al filo de la media noche por la emisora de radio más escuchada del país lo que yo denomino el oráculo político de la jornada que titula: “el titanio de Ramoneda” ha complementado su diagnóstico de la actualidad en “la cuarta página de El País del 12-9-2008”.

Ramoneda expone en su artículo, que el espectáculo de encendido del pebetero en la Olimpiada de Barcelona, mediante el arquero, fue genial, mientras que la misma operación en la Olimpiada de Pekín tuvieron que suplir la falta de genialidad con un despilfarro de medios para impresionar al mundo. ¡ Cuan distinto sería el juicio de un observador objetivo, que considerara al arco como la primera herramienta de la que se sirvió el hombre para asegurar su subsistencia mediante la caza, mientras que, el espectáculo de un astronauta suspendido en el aire, desplazándose ingrávido, proyectando su sombra agigantada sobre un tapiz surrealista de un Km. de longitud, con una música armoniosa durante un tiempo placentero pleno de ensoñación para los espectadores como muestra de modernidad.! ¿ No es acaso, una mejor representación de los tiempos en que vivimos y no tener que remontarnos a los orígenes.?

Comparar el poder blando representado en la inauguración de la Olimpiada de Pekín, con los desfiles marciales de la Alemania nazi del 36, no deja de ser la mayor de las aberraciones. El refinamiento y el arte exhibidos en el acontecimiento reseñado en el que se escenificaron los grandes hitos aportados por el Imperio del Centro al acerbo cultural, práctico y civilizador de la humanidad, es tergiversar los hechos que a continuación califica como representativos de lo que será el siglo que acaba de empezar. Después de lo que denomina la masacre tibetana como preludio de los mentados juegos, cuyos muertos se cifraban en el centenar, nunca he oído calificar de masacre el centenar de asesinatos semanales que se producen en México.

La trascendencia de la publicidad blanda difundida por todo el orbe que ha producido la Olimpiada de Pekín, llegando a 4000 millones de espectadores televisivos, contrasta con la insidiosa publicidad comercial emitida por los millones de medios audiovisuales, impresos, etc, que martiriza contra su voluntad todas las horas del día a tantísimos órganos auditivos y visuales humanos para incitarles al despilfarro que es el mayor depredador ecológico que se haya podido inventar; todo ello orientado a producir bienes que se acumulan en los basureros del primer mundo para oprobio de los hambrientos del mundo abandonado a su triste destino.

Aparte del olímpico desprecio que hace de la importancia atribuida a Rusia de la que dice que solo sirve para enredar sin parar mientes en que es el país más grande del mundo, que dispone de riquezas naturales ilimitadas y que podría ser lanzada en brazos de la superpoblada China si Occidente sigue porfiando en aguijonearla con la instalación de misiles en sus fronteras, emplazando la Nato en países que antes habían formado parte del suyo propio, desde los tiempos del imperio de los zares. De igual forma que instancias de EE.UU. actualmente han tratado de desestabilizar Bolivia, habiéndose reunido los mandatarios de los principales países del cono sur en Chile para evitarlo. En Georgia, su presidente, promocionado por los americanos en unas elecciones en las que Solana tuvo que taparse las narices para dar el visto bueno a las mismas por parte de la U.E. se permitió bombardear a sus mismos súbditos civiles, de un distrito que reivindicaba como propio, que por su acción, ha pasado a jurisdicción rusa, siguiendo el precedente establecido en Kosovo.

Pasa a continuación, en su recorrido de los temas candentes mundiales, a despachar el problema terrorista como irrelevante a pesar de la importancia que le fue atribuida el 11S. En 2008 otras prioridades han tomado el relevo: el alto precio pagado por los EE.UU. al asignarse el papel de gran potencia mundial con la representación de las Azores, con la que pretendieron tomar las riendas de la unilateralidad decisoria, tras la proclamación del fin de la historia avalada con la formación del mayor ejercito conocido para aplicar el poder duro que no se acomoda con la actualidad, lo que le ha supuesto la pérdida del prestigio moral atesorado en dos siglos anteriores. Tampoco conviene minusvalorar los destrozo humano y físico ocasionado a Irak, para proteger a su más influyente aliado: el pueblo judío y los intereses petrolíferos de la región, si bien los daños causados por las guerras a los pequeños países, son silenciados por las agencias de noticias.

Al final de su artículo, Ramoneda, acomete el gran desafío mundial que presentan los dos grandes países a los que atribuye la gestión del siglo actual: EE.UU. y China . EE.UU. tendrá que salir del marasmo en que le han dejado las dos legislaturas Bush, debilitado en los tres poderes fácticos actuales que son: el económico, el militar y el llamado blando o del prestigio perdido frente al resto mundo, que creía afin.
China a la que Ramoneda giró una visita previa a los juegos, mandó sus primeras crónicas plagadas de tintes catastrofistas sobre el estado en que encontró el país: corrupto, contaminado, poblado de monstruosos rascacielos, carente de estructuras sociales homologables con las avanzadas de Occidente, juicios, que fue atemperando al final de su estancia al punto que termina la crónica que comentamos con una pregunta: ¿Hay futuro para la democracia en este siglo? A la que se contesta, que a pesar que desde la caída del muro de Berlin se han incorporado la mayoría de países a las prácticas democráticas, no todas ellas con credenciales fiables como es el caso de Rusia y que incluso en el primer mundo la cultura del miedo ha dañado gran parte de las virtudes democráticas. A partir de los efectos atribuidos a la propaganda generada por la Olimpiada de Pekín, por el entusiasmo despertado por los valores emanados de tal acontecimiento dice que la democracia no lo tendrá fácil este siglo.
La crisis económica que está padeciendo Occidente actualmente, pone en entredicho el axioma proclamado por los neoliberales de que el mercado se autorregula por si mismo y que cualquier interferencia a su desenvolvimiento por parte de los poderes es contraproducente. El categórico desmentido los últimos días con la nacionalización de algunas de las más representativas instituciones financieras en el corazón del sistema: por parte del gobierno de EE.UU. con ayuda del BCE, dejan en evidencia las manipulaciones fraudulentas del sistema en el que los impositores perderán la fe.